Editorial | Sorpresa política
No era el kirchnerismo
En el primer acto de la crucial campaña electoral bonaerense, la plana mayor del mileísmo posó para una foto en Villa Celina, La Matanza y después se fueron raudos. Allí exhibieron un cartel repudiable pero mentiroso. Decía “kirchnerismo nunca más”, replicando la grafía que las últimas dos palabras mostraban al referirse al terrorismo de estado en los inicios de la democracia recuperada. Buenos Aires, 12 de agosto de 2025. Equiparar al kirchnerismo con la sangrienta dictadura de Videla es un despropósito y banalizar la frase “nunca más”, una ofensa para todas las víctimas de la represión ilegal. Pero, además, la leyenda resulta mentirosa, porque lo que ha sido borrado de la escena política por los libertarios fue el macrismo, como lo exhibían Ritondo, Bullrich, Montenegro y Valenzuela, posando con buzo violeta al lado de Karina y Javier Milei. Se pusieron la camiseta libertaria con tal de sobrevivir en los primeros planos de la política, aupados en la arrolladora cooptación del voto de derecha que hizo el mileísmo.
Al contrario, mientras crece el rechazo a las políticas libertarias, revive el peronismo y su capacidad de articular con el resto de las fuerzas populares, como no hace mucho expresó Néstor Kirchner al conducir la reconstrucción económica, política y social del país, luego del colapso del 2001. Y se evidenció en la sucesión de derrotas parlamentarias que sufrió el oficialismo en las últimas semanas. En la medida que radicaliza su política destructiva de la producción, la ciencia, la cultura, la educación y la salud argentinas, el mileísmo está resucitando al kirchnerismo, que se prepara para derrotarlo en las urnas.
No será de inmediato, porque en las filas kirchneristas todavía no hay claridad del camino a recorrer y está en crisis la capacidad de conducir al conjunto del peronismo de Cristina Fernández. Son problemas que no resuelve el tiempo, sino la dinámica del proceso político, que muchas veces sorprende. Un caso reciente lo atestigua. La trasmisión en directo de la exploración del fondo marino concitó enormes audiencias y admiración por los logros de los científicos argentinos, justo en un momento en que el gobierno de Milei se empeña en destruir el CONICET. Tanto, que fue más exitoso en términos de rating que la misma cadena en la que el presidente insistía en su argumento falaz de que solo recortando gastos públicos será posible abatir la inflación.
Los primeros intentos de desindustrializar Argentina con la justificación de la eficiencia económica, fueron impulsados por gobiernos militares. Después y con el argumento de la deuda externa, procuraron hacerlo gobiernos electos, como Menem con Cavallo, Macri con Caputo y Sturzenegger y ahora Milei, repitiendo al gobierno macrista. En ningún caso tuvieron otro éxito que empobrecer más a la mayoría de los argentinos y, por eso mismo, tuvieron que retirarse. Todos insistieron en que los únicos ingresos que tiene el Estado son los impuestos y el crédito. Sin embargo, escondieron que, además, las empresas públicas, adecuadamente gerenciadas, producen ganancias, como es el caso actual de YPF y el Banco Nación, por citar dos ejemplos. No lo dicen porque no pueden justificar su afán de entregarlas a manos privadas, incluyendo actividades estratégicas para la seguridad nacional como ARSAT, la Casa de la Moneda o Nucleoeléctrica, todas ellas generadoras de ingresos genuinos para el Estado.
Si la sociedad requiere de un mayor gasto público no sólo puede recurrir a más impuestos, también puede generar más ingresos mediante el accionar de sus empresas públicas y su expansión local y regional. Pero eso parece demasiado complicado para el simplismo libertario que solo reitera maquinalmente que “no hay plata”, mientras multiplica las ganancias financieras de la banca y se endeuda a velocidades siderales para seguir pagando intereses sobre intereses.
Lic. Gerardo Codina
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