Porteñas | Crisis demográfica

Los males porteños

Buenos Aires atraviesa una transformación demográfica profunda que redefine su estructura social, económica y urbana. Como otras grandes metrópolis del mundo desarrollado, enfrenta tres fenómenos interrelacionados: el envejecimiento acelerado de su población, la caída sostenida de la natalidad y una creciente dependencia de la migración — tanto interna como internacional— para sostener su dinamismo y cubrir la demanda de mano de obra.
Buenos Aires, 23 de setiembre de 2025. Según datos del Consejo Económico y Social de la Ciudad de Buenos Aires (CESBA), en 2022 el 23% de los habitantes de CABA tenía 60 años o más, cifra que supera ampliamente el promedio nacional del 16.2%. Las proyecciones indican que para 2040 este porcentaje podría alcanzar el 28%. Este fenómeno responde a dos factores clave: el aumento de la esperanza de vida (77.2 años en CABA, frente a 75.3 a nivel nacional) y una drástica reducción en la tasa de fecundidad.

El envejecimiento trae consigo desafíos estructurales. Las personas mayores presentan
mayores déficits en salud, bienestar subjetivo y autonomía funcional. Dos de cada diez adultos mayores tienen problemas crónicos, y seis de cada diez no realizan actividad física semanal. Además, el 10.1% carece de una red cercana de apoyo afectivo.

En paralelo con el envejecimiento poblacional, la tasa global de fecundidad en CABA cayó a su mínimo histórico: 1.09 hijos por mujer en 2023, muy por debajo del nivel de reemplazo poblacional (2.1). En algunas comunas, como Caballito o Villa Devoto, el promedio apenas alcanza los 0.9 hijos por mujer. Este descenso se ha dado en simultáneo con un aumento en la edad promedio de maternidad, que pasó de 29.3 años en 2006 a 32.4 en 2023.

Entre 2014 y 2022, los nacimientos en la ciudad cayeron un 44%, lo que ya impacta en la matrícula escolar y en la infraestructura urbana. Se han cerrado salas infantiles y maternidades, y se proyecta una caída sostenida en la demanda educativa en los niveles inicial y primario.

Las causas de esta baja natalidad son múltiples: desde factores económicos —como el alto costo de criar hijos y la precariedad laboral— hasta cambios culturales que priorizan proyectos individuales y postergan o descartan la maternidad. La buena noticia es que el embarazo adolescente, por ejemplo, se redujo drásticamente, pasando de 33.7 nacimientos por cada mil mujeres en 2011 a apenas 6.4 en 2023, gracias a un sostenido esfuerzo educativo y de promoción de la salud sexual reproductiva

Migración como respuesta

Ante este panorama, la migración se vuelve un componente esencial para compensar el déficit de población joven y activa. Según el Censo Nacional 2022, la Ciudad de Buenos Aires sigue siendo el principal destino de migrantes internos y extranjeros en Argentina. La Encuesta Nacional Migrante (ENMA) 2023 reveló que la población migrante aporta significativamente al mercado laboral, aunque enfrenta barreras de acceso, precarización y desajuste entre formación y ocupación.

Los migrantes, en su mayoría jóvenes, se insertan en sectores clave como el comercio, la construcción, el cuidado y los servicios personales. Su presencia no solo revitaliza la economía, sino que también contribuye a la diversidad cultural y al sostenimiento de la pirámide poblacional. Sin embargo, esta dependencia migratoria plantea interrogantes:
¿puede sostenerse en el largo plazo sin políticas de integración efectivas? ¿Qué ocurre si los flujos migratorios se reducen por razones externas?

La crisis como oportunidad

Los especialistas coinciden en que el envejecimiento y la baja natalidad no deben ser vistos solo como amenazas, sino como oportunidades para repensar el modelo de ciudad. Algunas recomendaciones incluyen:

• Profesionalizar el sistema de cuidados, con formación y certificación de cuidadores domiciliarios.

• Promover dispositivos que fomenten la autonomía de los adultos mayores, como centros de día y clubes barriales.

• Fortalecer la infraestructura de cuidados de larga estadía.

• Implementar políticas de incentivo a la natalidad, como subsidios, licencias extendidas, ampliación de los servicios de cuidado infantil y acceso a vivienda.

• Diseñar estrategias de integración para la población migrante, con enfoque en derechos, empleo y educación.

El envejecimiento poblacional, la caída de la natalidad y la migración no son fenómenos aislados, sino partes de un mismo rompecabezas. La clave está en anticiparse, planificar y construir una ciudad que abrace su diversidad generacional y cultural, sin dejar a nadie atrás. Pero estos no son los únicos problemas.

El más relevante desde el punto de vista nacional es la macrocefalia urbana. La
concentración poblacional extrema se traduce en que Buenos Aires, junto con el conurbano bonaerense, alberga cerca del 40% de la población total del país en apenas el 5% del territorio nacional.

Esta hiperconcentración genera una gran presión sobre los servicios públicos (salud, educación, transporte), en desmedro de otros territorios menos poblados; déficit habitacional y hacinamiento en zonas vulnerables y dificultades para una planificación urbana sostenible.

También la ciudad muestra una tendencia creciente hacia hogares unipersonales,
especialmente entre adultos mayores. Esto plantea nuevos desafíos en términos de
cuidados, salud mental y redes de apoyo. Asimismo, se observa una disminución de hogares con niños, lo que impacta en la demanda de servicios educativos y recreativos.

Estos problemas demográficos no son solo cifras: afectan la calidad de vida, la cohesión social y la sostenibilidad económica de la ciudad. Requieren políticas públicas integrales que incluyan la redistribución territorial de la población, la urbanización de los barrios populares, el fortalecimiento de redes de cuidado y protección social, generar incentivos para la natalidad y la retención de jóvenes y además la integración efectiva de migrantes.



Compartir nota en las redes sociales Enviar Imprimir

Dejanos tu comentario