Porteñas | El daño de la motosierra

La agonía del Garrahan

El Hospital de Pediatría Juan P. Garrahan ha sido, durante décadas, un símbolo de excelencia médica, atención gratuita y compromiso con la infancia. Pero hoy, ese emblema de salud pública enfrenta una crisis sin precedentes. La causa, según denuncian trabajadores, médicos y organizaciones sociales, está directamente vinculada a las políticas de ajuste implementadas por el presidente Javier Milei. Buenos Aires, 12 de agosto de 2025. El Garrahan no es solo un hospital. Es un símbolo de lo que una sociedad puede construir cuando pone a la infancia en el centro de sus prioridades. Su crisis actual interpela a todos: ¿qué país queremos ser? ¿Uno que recorta en salud para equilibrar cuentas, o uno que invierte en cuidar a sus niños?

Desde su asunción en diciembre de 2023, Milei ha impulsado una agenda de recorte fiscal bajo el lema de “motosierra y licuadora”. Su objetivo declarado: reducir el déficit fiscal a cero. Pero detrás de esa consigna se esconde un impacto devastador sobre áreas sensibles como la salud, la educación y la ciencia. El Garrahan, que depende en parte del financiamiento nacional, ha sido uno de los blancos más golpeados.

El discurso oficial insiste en que “no hay plata”, y que el Estado debe reducir su tamaño. Pero aplicar esa lógica a un hospital pediátrico revela una concepción profundamente mercantilista de la política pública. La salud infantil no puede ser medida en términos de rentabilidad. Cada niño que no recibe tratamiento es una tragedia que no se contabiliza en los informes económicos.

En los primeros meses de 2024, el hospital sufrió una reducción drástica en su presupuesto operativo. Esto se tradujo en falta de insumos básicos, suspensión de cirugías programadas, demoras en tratamientos oncológicos y una alarmante escasez de medicamentos. Los trabajadores denuncian que no hay reactivos para análisis clínicos, que las ambulancias no tienen combustible y que los quirófanos funcionan a media máquina. Según Ana Fustiñana, jefa del área de Emergencias, “la situación es muy desesperante. Lo que se rompa hoy del hospital no se va a recuperar”.

La situación llegó a tal punto que el Consejo de Administración del hospital emitió un comunicado en abril advirtiendo que “la atención integral de los pacientes está en riesgo”. Médicos y enfermeros comenzaron a organizar protestas, visibilizando que el ajuste no es una abstracción económica, sino una amenaza concreta a la vida de miles de niños.

El Garrahan es un hospital de alta complejidad que atiende casos de todo el país. Su funcionamiento requiere tecnología de punta, profesionales altamente capacitados y una logística que garantice atención continua. Pero con el congelamiento de partidas presupuestarias, el deterioro se volvió inevitable.

Los médicos residentes denuncian salarios de apenas $797.061 mensuales por jornadas de más de 60 horas semanales. La precarización laboral provocó una fuga de profesionales hacia el sector privado, afectando directamente la calidad de atención.

El Garrahan realiza cerca del 50% de los trasplantes pediátricos del país. En 2024, atendió a más de 355.000 niños de distintas provincias. Sin embargo, el hospital opera con presupuesto congelado desde 2023, lo que ha detenido obras de infraestructura y dificultado la compra de medicamentos.

Además, el gobierno nacional suspendió convenios con provincias que permitían el traslado y tratamiento de pacientes pediátricos en el Garrahan. Esto generó una cadena de exclusión: niños que antes accedían a atención especializada hoy quedan atrapados en sistemas provinciales colapsados o directamente sin atención. “Estamos haciendo medicina de guerra”, confiesa una médica del área de hematología. “Tenemos que elegir a qué paciente darle el medicamento porque no hay para todos. Es una situación que nunca vivimos en democracia”.

Los trabajadores también denuncian la precarización laboral. Muchos contratos fueron dados de baja, y los salarios quedaron congelados frente a una inflación galopante. La pérdida de profesionales capacitados pone en riesgo la calidad de atención y genera un clima de angustia permanente. “Es muy frustrante tener que pensar en cómo llegar a fin de mes mientras tratamos a pacientes tan vulnerables”, expresó Nicolás Morcillo, médico neonatólogo del Garrahan.

Frente al deterioro, la comunidad hospitalaria no se ha quedado de brazos cruzados. La situación ha generado paros, marchas y protestas frente al Ministerio de Salud, con reclamos por mejoras salariales y condiciones laborales dignas. Se han organizado asambleas, campañas de donación, movilizaciones y denuncias ante organismos internacionales. El reclamo es claro: que se restituya el financiamiento, que se garantice el acceso universal a la salud y que se respete el trabajo de quienes sostienen el sistema con vocación y esfuerzo.

El diputado Pablo Yedlin (Unión por la Patria) advirtió: “Está en riesgo la continuidad del Hospital Garrahan y eso pone en riesgo la salud de los niños en Argentina. No hay otro lugar para que se los atienda”. El exministro de Salud de Macri, Adolfo Rubinstein criticó duramente la gestión: “Se usa la motosierra y no el bisturí. Meterse con un hospital que resuelve el 90% de los trasplantes pediátricos es hasta provocador”.

El 6 de agosto pasado, la Cámara de Diputados aprobó por amplia mayoría la Ley de Emergencia Pediátrica, que exige al Ejecutivo recomponer salarios y garantizar el funcionamiento de hospitales como el Garrahan. Aunque el gobierno ya anunció que vetará la ley, para muchos fue “una luz de esperanza”. Dependerá de la consecuencia de muchos legisladores con los principios que proclaman, que el veto sea rechazado por ambas cámaras legislativas.

                                Gerardo Codina



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