Editorial |

El futuro en el presente

Buenos Aires, 13 de agosto de 2012. Muchas veces, en política y en otros andariveles de la vida social, las conductas actuales de los diferentes actores responden más a sus expectativas futuras acerca de lo que eventualmente creen que habrá de suceder, que a lo que en realidad está ocurriendo en el presente. Así, esas anticipaciones del futuro contaminan sus visiones de lo que acontece, hasta deformarlas por completo.

Pongamos un caso. La administración macrista siempre sintió aversión por las Comunas, imaginando que tornarían caótico el esquema de gobierno de la ciudad, por la atomización de los niveles de decisión, en las quince nuevas instancias de gobierno barrial. Así las cosas, aun en contra de los pronósticos luego verificados que le aseguraban el triunfo en la mayoría de las Comunas para sus representantes, dos días antes de las elecciones, creó una instancia paralela -las Unidades de Atención Ciudadana (UAC)-, para articular en el territorio barrial las acciones de todas las áreas centrales del estado porteño.

En la práctica se procuró recortar espacio de acción a las futuras Juntas Comunales. Para completar la maniobra, nombraron al frente de las UAC a los presidentes de las Juntas Comunales. De esta manera, mataron dos pájaros de un tiro. La autonomía de la Junta Comunal y la condición de representante vecinal del titular de la Junta. En vez de eso, lo redujeron a la condición de mero vocero del poder central en el territorio.

En el apuro dejaron de lado la potencialidad más valiosa que tenían las Juntas Comunales en el diseño institucional establecido por la Constitución local. Servir como instancias de canalización y resolución de los conflictos locales para que no lleguen, invariablemente, a los niveles centrales y al mismo Jefe de Gobierno.

Pero las cosas ya están hechas. Y así, las Comunas no resuelven nada. El efecto no tardará en hacerse sentir. Situaciones que pueden examinarse y resolverse en el debate barrial, seguirán golpeando las puertas de los despachos de los máximos responsables del gobierno porteño.

Apenas los vecinos movilizados comprendan que no es esperando inútilmente las respuestas que no llegan de una instancia que se ha vuelto sorda y muda ante las demandas ciudadanas, buscarán más arriba las soluciones que podrían ellos mismos ayudar a construir en los barrios.

Del mismo modo, están afectados los Consejos Consultivos. Esa instancia era la prevista constitucionalmente para oficiar de espacio de articulación de inquietudes y demandas naturalmente heterogéneas en una sociedad compleja, diversa y plural como la porteña. En el debate presencial de las prioridades de acción se podía construir democráticamente una comunidad de intereses. Pero si la agenda se limita a la exposición de las imposibilidades, difícilmente se transformen en ámbitos convocantes, excepto de las militancias que ensayan sus primeras armas en política.

¿Qué hacer entonces? Esa trampa tiene una salida, opinamos. Ensanchar todo lo posible la participación para ampliar el volumen político -no legal- de los Consejos Consultivos. Si el grueso de las instituciones representativas de la vida comunitaria de cada lugar, encuentra en los Consejos Consultivos un espacio de articulación y de relacionamiento con el poder central, difícilmente pueda ser desoído por mucho tiempo.

Claro, el interlocutor debe tener poder de decisión, y eso fue lo que le sacaron al Jefe Comunal, cuando lo hicieron un simple empleado de la Subsecretaría de Participación Ciudadana. Será cuestión de llegar más arriba.


Lic. Gerardo Codina

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