Sociedad | Afrodescendientes
Los otros argentinos que descendieron de los barcos
Buenos Aires, 12 de noviembre de 2024. Si el origen de nuestra especie está en África y somos todos, en ese sentido, descendientes de africanos, el Día de los y las Afroargentinos refiere al aporte de las personas llegadas aquí de manera forzosa, esclavizadas para desempeñar las tareas más exigentes. Tanto que la fecha homenajea a María Remedios del Valle, fallecida un 8 de noviembre de 1847, tras haber combatido en el Ejército del Norte y haber sido nombrada capitana por el general Manuel Belgrano. La “Madre de la Patria”, como fue llamada por su coraje y entrega absoluta, fue una afrodescendiente nacida en Buenos Aires alrededor de 1766, que participó activamente en la Guerra de la Independencia Argentina, pese a haber estado esclavizada.
Era una de las “Las Niñas de Ayohuma”, un grupo de mujeres que acompañaba al ejército y colaboraba en diversas tareas. Además de la batalla de Ayohuma, participó en las de Vilcapugio y Tucumán, así como también del Éxodo jujeño. Perdió a su marido y a sus dos hijos en combate y en los diferentes enfrentamientos recibió incontables heridas en su cuerpo. En 1813 fue tomada prisionera por los españoles, quienes la azotaron por varios días por haber ayudado a huir a oficiales patriotas en el campo de prisioneros.
El término “afrodescendiente” se instaló en 2001, a partir de la IV Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia realizada en Durban, Sudáfrica, organizada por las Naciones Unidas. Se adoptó para reconocer a todas las personas que fueron víctimas de la trata esclavista durante el período de colonización del continente americano, y también para aquellas personas descendientes de los africanos que viven fuera de África.
Por el Decreto 658/2017, se reconoció la importancia del Decenio Internacional Afrodescendiente proclamado por Naciones Unidas y se comprometió a realizar acciones de visibilización, reconocimiento y promoción de derechos a toda la comunidad afrodescendiente del país, instruyendo a la Secretaría de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación a la creación de un programa nacional de trabajo desde el Estado hacia la comunidad.
Durante siglos y hasta nuestros días, los afrodescendientes fueron víctimas de racismo y en la Argentina han sido históricamente invisibilizados. Esa política de negar su presencia a nivel oficial desde fines del siglo XIX, ha tenido consecuencias sumamente negativas para los procesos de auto reconocimiento y reafirmación de los afrodescendientes en el país, como así también sus aportes a la vida social, cultural y económica de la Argentina.
Actualmente, se destaca la existencia de población afroargentina en las 24 provincias, entre las que destacan la Ciudad y la provincia de Buenos Aires, Santiago del Estero, Corrientes, Córdoba, Santa Fe y Misiones, entre otras. Esto es lógico ya que el Censo de 1778 arrojó que el 46% de la población argentina de entonces tenía origen africano. Con el tiempo, se fueron mestizando con los habitantes oriundos de Europa y nativos, negando sus propias raíces a causa del racismo imperante. Pero nos han dejado la influencia de su cultura, que hoy encontramos en nuestra vida cotidiana, en el lenguaje, en la música, las ideas y hasta la gastronomía.
Una influencia tan significativa que se refleja en nuestra forma de comer asado y la música que nos identifica en todo el mundo. Pero también en nuestra lengua. El habla coloquial de las y los argentinos contiene muchos términos africanos. Por ejemplo, mucama, bochinche, dengue, mondongo, quilombo, marote, catinga, tamango, mandinga, candombe y milonga, empleados muchos de ellos en el lunfardo. A su vez, la danza y la música forman parte también de este legado, siendo innegable el aporte afro al tango, la milonga y los ritmos autóctonos argentinos como la chacarera, malambo, zamba y charanda.
Durante el siglo diecinueve los blancos consumían la carne asada, pero no así las achuras. La tripa gorda, los chinchulines, las mollejas, riñones, criadillas, era comida de pobres, y los negros las consumían, al igual que los gauchos cimarrones. Ya en el siglo veinte, descolló como cocinero un correntino que vivía en Palermo, cuando éste era un barrio más bien pobre, “el Negro” Antonio Gonzaga. Llegó a ser el cocinero más famoso de la alta sociedad porteña. Gracias a él llegaron a esas mesas de los más ricos, el chorizo y las achuras, propias de los fogones camperos de los gauchos y fueron famosas sus criadillas y su riñonada horneada con vino grueso de esos tiempos. Su manera de hacer asado con cuero sigue siendo una de las más difundidas: la ternera cortada en trozos, el cuero sobre la tierra hirviente en una zanja de medio metro donde ardió la leña, y todo cubierto con una chapa y la leña encendida por encima.
Gonzaga fue uno de los principales impulsores de la cocina criolla, el puente que unió lo campestre con lo urbano y lo rústico con lo sofisticado, y antes que Doña Petrona y mucho antes que las estrellas actuales de la culinaria televisiva, fue uno de los grandes exponentes de la gastronomía argentina. También en esto se ve la huella performativa de lo nacional que han dejado los argentinos de origen africano.
Santiago Pujol
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