Comunales | Arquitectura de Balvanera

El barrio de las joyas

Edificados en gran parte entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX, sobreviven en el barrio numerosos edificios de gran valor patrimonial que lo convierten en centro de atracción para propios y extraños. Muchas de esas joyas de la arquitectura se conservan con todo su esplendor, mientras otras tantas luchan por mantenerse en pie, sin que exista una política activa de preservación.
Buenos Aires, 9 de agosto de 2022. La recuperación de la ex Confitería del Molino, como antes la puesta en valor del Palacio del Congreso, marcan un rumbo de rescate del valioso patrimonio arquitectónico que caracteriza al barrio de Balvanera. Junto al Palacio de las Aguas Corrientes y el edificio cabecera de la ex Línea Sarmiento del ferrocarril, esos grandes y majestuosos edificios públicos conviven con otros muchos privados, erigidos en su mayoría para destinarlos a su renta, entre otros la Casa Calise o la conocida como la Casa de los Pavos Reales o sedes de asociaciones civiles, como son el Hospital Español o el Centro Gallego de Buenos Aires. 

En los últimos años algunos fueron recuperados como la Torre Saint (ver nota en SC3 web nº 288, del 7 de julio de 2015. “Las torres egipcias de Balvanera”) con sus reminiscencias del antiguo Egipto y la Casa Grimoldi, sobre avenida Corrientes, en el marco de planes públicos de puesta en valor de la zona del Once, el mayor centro comercial a cielo abierto del país. Pero la mayoría depende de iniciativas privadas que no llegan o si lo hacen, responden a objetivos puramente comerciales, dejando de lado el valor cultural de las edificaciones. 

Los que se conservan

En la misma cuadra de avenida Rivadavia al 2000, a menos de cien metros uno de otro, el ingeniero Eduardo Rodríguez Ortega construyó dos notables edificios en estilo art nouveau, siguiendo al gran arquitecto catalán Antonio Gaudí, que son de las mejor conservadas joyas de la arquitectura barrial. Allí está el Palacio de los Lirios, un edificio de rentas con una fachada ondulante, un eje medio y balcones bow window en el centro. Las líneas curvas se plasman en los tres pisos, los muros, los balcones, los pasillos internos y hasta en las barandas. 

En la esquina de esa misma cuadra se ubica la vivienda colectiva “No hay sueños imposibles”. Así se la conoce porque, si bien no tiene nombre, en su frente se puede leer en idioma catalán: “No ni ha somnis impossibles”. Se destaca su cúpula de tres pisos con un primer nivel de la base, otro del tempietto y en lo más alto una gran cúpula que posee tres niveles que culminan con un cupulín y una construcción con forma de cebolla, rematada con una veleta de hierro. 

Pero no solo la inspiración catalana anduvo por el barrio. Entre los primeros trabajos del italiano Mario Palanti se destacan por su singular decoración dos edificios de viviendas, ambos también sobre Rivadavia y construidos en 1914. Uno es el ubicado a la altura  del 1906-1916, caracterizado por los dos corpulentos atlantes que como ménsulas sostienen los balcones del segundo piso, y que contrastan con los dos pares de figuras etéreas que rodean las claraboyas -una adolescente y un niño, probablemente Afrodita y Eros-, divinidades del amor. 

El otro edificio se encuentra ubicado en Rivadavia 2625. Fue construido por Palanti por encargo de Bernardo Vila, un representante de esa burguesía enriquecida que aspiraba a darle nivel a sus construcciones con la ornamentación art nouveau diseñada sobre modelos  de plantas y animales El arquitecto ornamentó la fachada emplazando tres robustos arcos de cuatro pisos de altura y en su frente dos grandes cabezas semejando águilas y serpientes entrelazadas.

Los que deben recuperarse 

Uno de los principales testigos de la decadencia es el Hospital Español, una joya de la arquitectura modernista catalana, como publicamos el 27 de febrero de 2018, en nuestra edición 425 con el título “Edificios en decadencia”. La institución ocupa casi una manzana en el barrio de Balvanera y está intervenida desde 2012. El sector antiguo, en la esquina de la calle Deán Funes, “fue clausurado y abandonado por desidia y falta de mantenimiento”, advirtió Carlos Vasallo, especialista en Gestión de la Salud. 

Si bien el edificio posee por ley protección estructural, más de la mitad fue demolido, su exótica fachada está descascarada, se observan manchas de humedad y hay plantas crecidas en los techos. Sin embargo, aún se aprecian la cúpula y los coloridos mosaicos y vitrales que remiten a su momento de esplendor. 

El Hospital Español se inauguró en 1908, fruto de un proyecto de 1877 perteneciente a los arquitectos Juan Moliné y Julián Jaime García Núñez, autor de las Tiendas San Miguel, actual Palacio San Miguel, entre otras obras. “Los inmigrantes buscaban arquitectos especializados en hospitales y edificios públicos, pero que además tuvieran la impronta del estilo propio de la comunidad a la cual ellos pertenecían, de ahí que el Español eligiera a un catalán”, agregó Vasallo.

En mejores condiciones se encuentra otro edificio emblemático, el del Centro Gallego de Buenos Aires que, a partir de su recuperación como centro sanitario con la incorporación a su gestión del Grupo BASA hace tres años, ha abandonado la zona de riesgo de su pérdida definitiva. Pero todavía se debe una puesta en valor acorde con su significación para la historia de una de las principales colectividades de inmigrantes en nuestro país.

                Norberto Alonso 


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