Sociedad | Los chicos y el Mundial

La marca que nos dejó

Si nadie en la Argentina salió igual después de Catar 2022, para las infancias se trató de una experiencia que las empujó a querer jugar a la pelota como nunca antes. Cómo aprovechar el furor, el incalculable valor de practicar deportes, en una Ciudad casi sin espacio público para hacerlo. Por Verónica Ocvirk (Fuente: www.ebcprensacooperativa.net.ar)
Buenos Aires, 16 de mayo de 2023. “Muchísimas gracias, Capitán”, le dijo a Leo Messi, emocionadísima, la periodista de la TV Pública Sofía Martínez. Fue en Catar y justo después del 3-0 ante Croacia, el partido que nos catapultó a la final del Mundial. “Más allá del resultado, hay algo que no te va a sacar nadie: atravesaste a cada uno de los argentinos”, siguió Martínez. Y después puso el acento en una parte del público muy especial: “No hay nene que no tenga la remera, así sea la original o la trucha. Marcaste la vida de todos y eso es más grande que cualquier Copa del Mundo”.

No hubo forma de salir indemne de esa increíble marea de celebración colectiva que a lo largo de todo diciembre fue in crescendo hasta estallar por los aires el domingo 18. Pero para muchos de los que tienen 5, 6, 7 y hasta 14 años esa Copa despertó además unas renovadas ganas de jugar al fútbol, de ver fútbol, de hablar sobre fútbol, de juntar figuritas de fútbol. Una prueba: en las casas de cotillón del barrio de Once las imágenes de superhéroes comparten ahora vidriera con las estrellas de la Selección. Ni que hablar del paisaje de los clubes, las plazas y las calles donde invariablemente desfilan decenas de “mini Messi” y “mini Dibu”.

En los polideportivos de la Ciudad la demanda de clases de fútbol aumentó con respecto al año pasado alrededor de un 20 por ciento. Y desde los espacios comunitarios que recién están arrancando sus actividades de fútbol refieren que nunca antes tuvieron tantas consultas, todo mientras las “escuelitas” de los grandes clubes directamente se manejan con lista de espera.

“Sí, hubo una repercusión: no solo se integraron chicos nuevos que a partir del Mundial se interesaron en este deporte, sino que los que ya venían se incorporaron con otra mentalidad. Es común que luego de las vacaciones se note una pequeña maduración en los chicos, pero a partir de este evento se los nota más interesados, más entusiasmados, con más ganas de aprender. Prestan más atención y hacen los entrenamientos queriendo mejorar”, apunta Florencia Franzoni, entrenadora del Club Comunicaciones.

“También tenemos en cuenta que todos quieren ser estrellas, cada uno quedó fascinado por un jugador distinto y elige cuál los representa. Si bien todos queremos ser Messi, otros tuvieron su momento de brillar. Ahora si atajás sos el Dibu, y si lo pateás, Montiel”, continúa y comenta que muchos chicos están aprendiendo además sobre países y banderas.
Es que una cancha -dice un estudio del BID- puede convertirse en un aula donde chicos y chicas aprenden cosas tan importantes como confiar (en ellos mismos y en los demás), trabajar en equipo, colaborar para lograr objetivos comunes y construir sociedad mediante el juego. “Y no se trata de formar jugadores -escribe el magister en políticas públicas y primera infancia Gastón Kelly-. Se trata de formar personas mediante el soft power que tiene el fútbol”.

¿Cómo canalizar la efervescencia?

Violeta y Roque tienen 9 y 8 años, son vecinos en Villa del Parque. Juegan juntos desde que tienen 3 y 2 y nunca antes en sus vidas el fútbol había estado tan presente: no es que hicieron a un lado sus tablets, pero sí “pelotean” constantemente en el pasillo que une sus casas, o de pronto prenden la tele para ver al PSG. “El fútbol me gusta mucho más por haber ganado el Mundial, solo por eso”, sostiene ella. “Ahora juego mejor que antes -reflexiona él-. Me cambió ver que todo el mundo estaba festejando, ¡toda la Argentina! Y casi veo a Messi en el micro”.

 “El tiempo que practicamos en el club es poco”, dispara Héctor Diciocco, entrenador desde 1994 de la escuela de fútbol del Club Pacífico de Villa del Parque. Dice que se nota el entusiasmo, y que postmundial se han sumado a jugar muchas más chicas, algo que sin embargo ya venía sucediendo. Aunque también nota dificultades: “Antes se jugaba en la plaza y en la calle. Y en los clubes solo pagabas una cuota social, que era mínima, y con eso hacías todo lo que querías, pasabas mucho tiempo ahí. Ahora la mayoría de los chicos van al club apenas un rato: practican su deporte y se van. Y pagar la cuota social más el valor de las clases puede llegar a volverse caro”, agrega y señala que en una ciudad explotada de cemento y autos ya casi no queda lugar para jugar. “Con las canchas de las plazas no alcanza -remata-. Y además, a veces pasa que están jugando los chiquitos y vienen otros más grandes y los sacan”.

“Ahora bien -cuestiona Emiliano Acosta de La Boca-, hay más que nunca un montón de pibes y pibas que quieren jugar al fútbol, pero ¿dónde? Si querés armar algo deportivo enseguida se llena, pero no siempre hay medios. Comprar pelotas, pecheras y redes es difícil. Y nadie tiene tres o cuatro personas preparadas para dar clase. Tampoco hay más potreros, y tiene sentido: el suelo en la Ciudad está tan caro que ya no hay baldíos. Tenés que caer sí o sí en un club y no todo el mundo puede pagarlo”.

Es cierto que los 14 polideportivos de la Ciudad son gratuitos, pero solo hay oferta de clases de fútbol en 9 de las 15 comunas. Y según enfatiza Acosta, más allá de algunas actividades puntuales, “el gobierno de la Ciudad no tiene una política de deportes para chicos, chicas y adolescentes”. 


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