Editorial |

10 años de kirchnerismo

Buenos Aires, 13 de mayo de 2013. El 27 de abril de 2003, Néstor Kirchner salió segundo en la elección con el 22,25 % de los votos, dos puntos por debajo de Carlos Menem, aliado de la Ucedé, el partido de los Alsogaray. Lejos ambos de ganar en primera vuelta, se imponía la realización de otra ronda entre ellos, los más votados de los 18 candidatos que tuvimos en esa oportunidad. Esa segunda vuelta no llegó. Unos días antes Menem, seguro que se precipitaba a una abrumadora derrota, anunció su decisión de retirarse. Así se consagró Kirchner presidente de la nación, asumiendo el 25 de mayo. Fue el cuarto gobernante surgido de elecciones generales desde la recuperación de la democracia en nuestro país, de la que se cumplen treinta años en diciembre de 2013.

Al asumir, si bien ya habíamos atravesado los peores momentos de la crisis del 2001-2002, el país se encontraba inmerso en un angustioso panorama de pobreza, desocupación y desesperanza. Fue el tiempo de salir del “infierno”, en palabras de Kirchner. No era la primera vez que Argentina estaba en un momento crítico. De hecho, entre Alfonsín y Menem, Argentina había atravesado un duro periodo de crisis económica y política. Los momentos más graves fueron los levantamientos carapintadas, como el de Semana Santa de 1987, las hiperinflaciones y los cambios de la moneda nacional.

El programa monetario ortodoxo de Cavallo, impuesto por Menem después de 1991, estabilizó el país por unos pocos años, pero a costa de la destrucción de la industria nacional y la continua ampliación del trabajo en negro y la desocupación, hasta desembocar en una intensa recesión que, desde 1998, creó las condiciones para el doloroso desplome de 2001.

Con esa historia inmediata a las espaldas, muchos aventuraban poca cuerda para el kirchenrismo. Un gobierno que nació débil, con una agenda nacional repleta de desafíos y un presidente cuya experiencia anterior había sido gestionar una provincia despoblada y con ingentes riquezas, todo condimentaba un panorama donde el optimismo no encontraba lugar. Pero la taba se dio vuelta. A fuerza de empeño y gracias al atrevimiento de pensar los problemas con una lógica que desafiaba el sentido común impuesto por los grandes poderes mundiales.

De los planes de ajuste financiados por el Fondo Monetario Internacional sumando más deuda externa, hasta el No al ALCA en Mar del Plata en 2005; desde el congelamiento de las jubilaciones y el salario mínimo por trece años, hasta las paritarias anuales y los aumentos semestrales por ley de las jubilaciones; desde las relaciones “carnales” con Estados Unidos a la integración regional, mucho cambió para Argentina a partir del 2003. Tanto que en estos años, según cifras del banco Mundial, se duplicó la clase media en nuestra población y la desocupación descendió más de un setenta por ciento.

Pero no sólo son datos económicos los que describen el éxito del camino emprendido en 2003. Se trata del primer gobierno que se extiende por tres períodos constitucionales y en democracia, primero con Kirchner y luego con Cristina Fernández, en toda nuestra historia nacional. Por supuesto, tratándose de un período tan extenso, en el que por siete años Néstor Kirchner tuvo un liderazgo claro, hubo y hay momentos en los que se recomponen los sectores rivales y el mal humor de algunos segmentos de la sociedad parece ser la nota dominante y excluyente.

No hay gobierno que haga todas las cosas bien y para todos los gustos. Sin embargo, la preocupación más significativa que tienen hoy los dirigentes opositores en Argentina es evitar que la actual presidenta encuentre algún mecanismo político legal que le permita presentarse nuevamente a elecciones en 2015. Ninguno se siente seguro de ganarle en una compulsa electoral. Ese temor de sus adversarios es todo un dato. Pocos políticos pueden exhibir una prueba tan contundente de su éxito después de diez años de gobernar una sociedad compleja, severamente lastimada por sucesivas emergencias y altamente conflictiva.

Lic. Gerardo Codina

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