Editorial |

Las estrategias cambiantes

Buenos Aires, 10 de diciembre de 2012. Los porteños asistieron en las últimas semanas a distintos cambios de actitud en los principales actores del escenario político institucional. Todos tratan de ajustarse a los vientos variables del humor mayoritario, con vistas a los próximos desafíos electorales. Mucho de lo que se juega en el día a día tiene su explicación última en la construcción de proyectos capaces de resultar exitosos cuando llegue el momento del desafío mayor en 2015.

No hay que olvidar que ese año se definirán los gobiernos de la mayoría de las provincias y también el nacional. Todo junto. Con el aditamento que tanto Macri, como Scioli y Cristina Fernández, no pueden repetir en sus cargos por limitaciones constitucionales, que nada aventura que puedan modificarse en este tiempo.

Así las cosas y sabiendo todo lo que está en juego, no es extraño que se ensayen estrategias alternativas y variantes tácticas, que les permitan destrabar estancamientos o ganar alguna posición.

Macri sorprendió a propios y extraños cuando revió su decisión de no hacerse cargo del subte. La negativa a gestionar un servicio tan porteño como este y además un conflicto que afecta la vida cotidiana de millones, erosionaba su imagen de hombre ejecutivo y era una mala señal si pretende hacerse cargo de los asuntos nacionales. La recurrente excusa de echarle la culpa a los demás por los problemas, no se puede usar mucho tiempo al frente de un país.

No fue un cambio a fondo, sin embargo. La ideología lo traiciona. Su proyecto de ley de traspaso del subte procura a la vez que la cuenta la paguen otra vez los contribuyentes, limitar el accionar sindical y tener las manos libres para gestionar la red sin controles. Así las cosas no prosperará (ver nota en página 16). Pero muestra su lógica de no hacerse cargo realmente de los problemas.

Otra sorpresa se la llevaron las huestes porteñas del kirchnerismo. La idea primitiva de confrontar permanentemente con toda iniciativa del macrismo no podía sostenerse indefinidamente, máxime si el gobierno nacional tiene planes para mostrar su obra a los porteños. Necesita acordar algunos criterios con las autoridades locales para hacer uso de los recursos inmobiliarios que tiene en la ciudad. Construir viviendas para el ProCreAr o desarrollar el polo audiovisual de la Isla Demarchi no son cosas que puedan prosperar atropellando las facultades normativas de las autoridades porteñas.

Como se sabe, quien negocia tiene que estar dispuesto a ceder algo a cambio de lo que pretende. Una regla elemental de la democracia. Pero escandalizó a muchos. Le reprochan primero al kirchnerismo la supuesta falta de voluntad de diálogo y cuando la demuestra, se enojan y la descalifican como “negociado”.

Lo cierto es que tampoco es sustentable ninguna estrategia de oposición sistemática, si se pretende construir alternativas de mayorías. Se sabe que el trotskismo se condena por sí mismo a la soledad por su actitud refractaria a cualquier tipo de acuerdo. No es el caso del peronismo y de eso, Cristina Fernández conoce un rato largo.

La otra sorpresa la dio Scioli, aunque sea por un rato. Abandonó su impasibilidad franciscana y avisó algo que nadie sospechaba a estas alturas: su paciencia tiene límites. El tema fue la basura pero en el fondo, se trataba de mostrar un lado flaco de Macri, la pobre gestión demostrada en cinco años. Ahora aceptó resignado una nueva promesa. La Ciudad dice que hará en un año y medio, lo que no hizo en cinco.

Como abordamos en nuestra contratapa, Macri no hizo los deberes establecidos por la Ley porteña de Basura Cero. La solución que todavía propone Larreta -ampliar los rellenos en el Gran Buenos Aires, cosa que debería haber aprobado en su opinión la Presidenta- además de mostrar cuánto le importan los habitantes del cinturón (nada), no resulta sustentable desde el punto de vista ambiental.

El también debería aprender a cambiar sus estrategias, si quiere algún día jugar en primera.


Lic. Gerardo Codina



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