Editorial | Panorama político

Sin juego propio

Horacio Rodríguez Larreta nunca fue un político. En todo caso, sí es un gestor de políticas públicas. La diferencia se nota a las claras en sus últimas acciones. No tiene capacidad de maniobra propia pese a que gobierna el segundo distrito en importancia del país. Buenos Aires, 7 de marzo de 2017. Plegado a la estrategia nacional del PRO, marcha a una elección de medio término que puede significar el fin de sus sueños presidenciales, sin candidato propio fuerte. Encima, tiene que asumir un conflicto con los docentes para seguir el libreto que le marcan en la Rosada, cuando está en condiciones de evitarlo, otorgando un aumento en línea con lo demandando por los gremios de la educación.

Su esperanza de que la chaqueña Carrió le asegure una victoria en las legislativas de octubre se diluye. Para poder postularse aquí Lilita tendría que hacer un enésimo cambio de domicilio. Hace tiempo que está registrada en territorio bonaerense y no quiere saltar otra vez el límite. Su rol auto adjudicado de fiscal moral de la República le impone ciertas restricciones. Además, de confirmarse la candidatura bonaerense de la ex presidenta Cristina Fernández, la coalición oficialista Cambiemos no tiene mejor candidata que la misma Carrió para intentar competir con posibilidades, en un territorio que, por sus dimensiones, define en gran medida el resultado nacional.

Así las cosas, Larreta tendrá que agudizar su ingenio para evitar que Martín Lousteau le arrebate la condición de primera fuerza al PRO, justo en el distrito que lo vio nacer y que gobierna hace casi diez años. Las encuestas actuales anticipan un escenario de mucha disputa si quien confronta con el actual embajador en Norteamérica es Diego Santilli. Ni Lousteau ni Santilli tienen asegurada la victoria.

La división del oficialismo no beneficia a priori a la oposición, debido a su gran fragmentación. No parece factible que, más allá de la eventual convergencia de las vertientes de origen peronista, sea realidad una alianza que también incluya a las diferentes versiones de la izquierda trotskista.

Aunque no se han oficializado candidaturas, suenan los nombres de Daniel Filmus, estoico referente electoral de un Frente para la Victoria porteño que no logra quebrar la hegemonía de una década del PRO y de Felipe Solá, como novedad postulada por los renovadores de Sergio Massa. El ex gobernador bonaerense tiene buena imagen entre los peronistas pero no aparece todavía asociado al escenario político porteño, así que de momento tiene una eventual intención de voto muy inferior a la de Filmus.

Otro nombre histórico que resurge es el de Luis Zamora. En distintos escenarios captura no menos del 5 por ciento de la intención de voto, hasta un notorio 15%. Habrá que ver qué sucede con las otras corrientes, en principio el Frente de Izquierda y Trabajadores ((FIT), que ha generado una experiencia estable y exitosa en términos electorales para los antecedentes previos del trotskismo argentino. Zamora no se encuadra en esas experiencias orgánicas y prefiere el cuentapropismo político.

Ni unos ni otros en sus peores pesadillas se ven aliados con peronistas como Filmus o Solá para derrotar a las expresiones neoliberales. A lo sumo, comparten marchas con los gremios cegetistas, mientras denuncian el entreguismo de las burocracias pro patronales.

Mal de muchos, consuelo de tontos. La falta de juego propio encuentra a Larreta frente a adversarios que sólo pueden repetir los pasos que los llevaron a diez años seguidos de derrotas.


Lic. Gerardo Codina





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