Comunales | Después de 40 años de democracia

Retornaron los violentos

Uno de los acuerdos básicos de la democracia recuperada fue poner fin a la violencia política. Culminar un ciclo de odio y muerte que ensangrentó al país por casi treinta años, desde el bombardeo de Plaza de Mayo hasta el terrorismo de Estado. Ese pacto está ahora roto también en nuestra Comuna y urge su reparación.
Buenos Aires, 8 de noviembre de 2022. El sentido histórico de la recuperación del ejercicio democrático significó recobrar la plena vigencia de la Constitución, de las libertades públicas, la tolerancia política y el respeto de los derechos humanos. Es preciso recordar que el término “democracia” hace referencia a un sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho de los ciudadanos a elegir a sus gobernantes. Ese derecho implica aceptar las diferentes opiniones, valorar la propia como una verdad relativa y rechazar la violencia como método para imponer ideas a la fuerza. 

Sin embargo, de un tiempo a esta parte, una seguidilla de sucesos viene trascurriendo en la impunidad del anonimato, pero ahora con mayor frecuencia. Destruir placas conmemorativas, hacer pintadas agresivas en los frentes de algunos sitios, enchastrar murales se fue convirtiendo en una mala costumbre a la que no puede habituarse ninguna persona con convicciones democráticas. La apuesta al odio como fuerza de movilización y accionar político, que algunos hacen, siembra tormentas que nadie puede desear nuevamente para nuestro pueblo.

No es un fenómeno exclusivo de nuestros barrios, claro. Y su expresión mayor ocurrió hace poco, cuando intentaron asesinar a la Vicepresidenta de la República. Pero también los violentos retornaron entre nosotros. El 31 de octubre pasado volvieron a atacar la sede de la Universidad Popular del Movimiento Libres del Sur en Anchorena al 300. Esta vez pintando frases injuriosas contra las Madres de Plaza de Mayo. Antes, destrozando en marzo la puerta de vidrio que daba a la calle y en octubre del año pasado, tapando murales de la Universidad con grafitis.

En la última oportunidad pintaron esta leyenda: “Los hijos de las Madres de Plaza de Mayo mataron mujeres y niños con sus bombas. Por su culpa vinieron los militares que eran asesinos y nefastos. Los principales asesinos fueron los hijos de las madres de plaza de mayo llamados montoneros. No se dejen engañar por los pañuelos verdes”.

Pocos días después, el blanco del odio y el accionar violento fue el mural pintado en la misma calle a la entrada del Parque de la Estación. Los agresores tiraron pintura negra contra el mismo. El objetivo del ataque fue dañar los Pañuelos Blancos y la bandera Wiphala, símbolo de la lucha de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y emblema de las comunidades originarias andinas, respectivamente. También taparon el sector donde están las firmas y menciones de los autores, miembros del Taller Casonero de Mural Comunitario (Ta.Ca.Mu.Co). 

Ambas agresiones motivaron un Proyecto de Declaración de la legisladora Laura Velasco (Frente de Todos) para repudiar lo sucedido. La iniciativa reseña lo ocurrido y la actividad de las entidades sociales que fueron atacadas, para concluir: “Por el ataque a estos símbolos de los derechos humanos, se puede vincular este hecho con la extensa cantidad de situaciones de violencia política que se registra hace al menos tres años en la zona del Abasto. Tales hechos de vandalismo generan violencia e intolerancia que no deberían tener lugar en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”. Y son lo contrario al camino que decidió recorrer la sociedad argentina hace cuarenta años.

Los dos ataques que hemos mencionado no fueron los únicos. Dos veces fue destruida la placa que recuerda a las Abuelas de Plaza de Mayo en el Parque de la Estación, cuya sede por años estuvo frente al Abasto. También fue amenazado nuestro colega Miguel Germino, director del periódico Primera Página y reconocido militante barrial, que mucho tuvo que ver con la prolongada gestación del Parque de la Estación, surgido de la iniciativa vecinal.

En febrero de este año también amanecieron con pintadas agresivas dos centros culturales del Abasto. Fueron Roseti y Esquina Rebelde, ambos ubicados en Gallo y Tucumán. “Fuera feminazis!”, escribieron en el frente de Roseti, como puede verse en la foto. El ataque, en este caso, fue repudiado por el ministro de Cultura de la ciudad. Enrique Avogrado en las redes expresó: “Mucha fuerza y total repudio a cualquier ataque a la cultura”. Como anotaron en su momento los colegas de la revista El Abasto “Desde 2020 se registran varios de estos casos y a fines de 2021 se divisó a uno de los presuntos atacantes. No obstante los daños continúan.”

Sin embargo, no todos repudian estos hechos, como no lo hicieron con el intento de magnicidio. Algunas figuras relevantes se excusaron con el argumento pueril de no querer sumarse a una campaña política de victimización de la principal referente del peronismo, cuando lo que está en juego es algo infinitamente más importante, que es la misma democracia. 

Curiosamente además, las múltiples cámaras de vigilancia instaladas por el gobierno porteño en toda ciudad, sólo una vez pudieron detectar a uno de los individuos que cometen estos atropellos, pero no fueron capaces de identificarlo, pese a la base de datos biométricos que acumularon ilegalmente, por lo que los autores de los ataques hasta el momento permanecen impunes. ¿Tendrán cómplices entre las autoridades encargadas de cuidar la seguridad pública?

Santiago Pujol


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