Sociedad | 19 y 20 de diciembre de 2001

El pueblo siempre vuelve

El vigésimo aniversario de la rebelión popular que puso fin al ciclo de políticas neoliberales vigente en los noventa, fue ocasión para reclamar justicia para las víctimas de la represión policial de aquel momento y para reivindicar la potencia instituyente del pueblo movilizado. Un tiempo en el que, al grito de “que se vayan todos”, la multitud se asumió como sujeto político de la democracia.
Buenos Aires, 4 de enero de 2022. De ese impulso histórico nacieron entre otras, las asambleas barriales, como la de Almagro- Balvanera que se reunía en la Plaza Tuñón. Aunque algunas huellas de ese pasado reciente pretenden ser borradas, como el mural colectivo realizado allí, no hay lugar para el olvido. También esto se comprobó el domingo 19 en la actividad convocada por el Consejo Consultivo de la Comuna 3 que reflejamos en nuestra edición web del 21 de diciembre pasado.

En lo que fue la actividad central realizada a instancias del gobierno nacional, familiares y amigos de las víctimas de la represión, junto a funcionarios nacionales y organizaciones de derechos humanos, realizaron el lunes 20 de diciembre un recorrido por los lugares del centro porteño en los que fueron asesinados cinco manifestantes de las trágicas jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001. 

Durante el trayecto se renovó el reclamo de “justicia” para las 39 personas que murieron en todo el país a causa de la represión estatal de aquellos días. Entre ellos el rosarino Pocho Lepratti, inmortalizado por León Gieco con su canción “El ángel de la bicicleta”. Justicia tan lenta que recién ahora fueron condenados dos de los responsables políticos de aquella violencia asesina.

Los manifestantes valoraron la movilización popular de aquella época, que “marcó el fin del ciclo neoliberal en la Argentina”, encarnado en los gobiernos de Carlos Menem y Fernando de la Rúa. Durante la recorrida, el Secretario de Derechos Humanos de la Nación, Horacio Pietragalla Corti, valoró la protesta y movilización del 19 y 20 de diciembre de 2001 y analizó que “sin esa calle y sin esa actitud del pueblo no hubiéramos parido la democracia que se parió después”.

En ese sentido, el funcionario afirmó que la muerte de las 39 personas “no fue en vano, porque la democracia fue otra a partir de ese momento” y agregó que la Secretaría a su cargo trabaja en un proyecto de ley de “reparación” para “las víctimas y personas que tuvieron graves situaciones en lo que fue esa represión” de diciembre de 2001.

La vigencia de la memoria

María Elena Walsh cantaba “En el país de ‘no me acuerdo’, doy tres pasitos y me pierdo…”. La memoria es un arma cargada de futuro, ya que permite saber de dónde venimos, para poder decidir hacia dónde queremos ir. Por eso, borrar la memoria es una estrategia de los que quieren desligarse de su pasado. En ese sentido, tapar el mural que reflejaba la historia de las luchas que dieron surgimiento a la Asamblea Barrial Almagro-Balvanera, no fue un hecho banal, sino político.

Así lo reflejaba nuestro colega Facundo Richter en el portal Abran Paso: “La tarde del domingo 19 de diciembre los miembros del Consejo Consultivo de la Comuna 3 (CCC3) hicieron un acto para recordar los 20 años del 19 y 20 de diciembre del 2001 con múltiples propuestas artísticas que terminó con una performance que dio pie a fuertes denuncias contra el GCBA y las autoridades de la Comuna 3 por tapar el mural ‘Que se vayan todos’ considerado parte importante de nuestra historia reciente”.

El cronista continuaba su relato respecto de la gestación del mural con estas palabras: “En la plaza González Tuñón se plasmó el mural ‘Que se vayan todos’ en 2003. Su objetivo fue narrar el cacerolazo, momento donde las familias que ya no tenían con qué llenar sus ollas salieron, espontánea y masivamente, a protestar, haciéndolas sonar a golpes por el malestar económico, pero también de crisis de representación política con la emergencia de una bandera que plasma lo que en esa época llenó a toda la Ciudad con un cántico eufórico, entre la alegría de saberse muchos y de enojo por el dolor: ‘Que se vayan todos, que no quede ni uno solo’. En la pintura, la gente sale dentro de la olla, que, vacía por la crisis, explota en un pueblo que se organiza de abajo hacia arriba rompiendo las cadenas que les rodean”.

Como recordaba en esa ocasión el autor de estas líneas: “La implosión del régimen neoliberal nos empujó a una acción que no habíamos anticipado: tomar la democracia en nuestras manos reinventando desde sus bases. Esperemos que el 19 y 20 de diciembre del 2001 no vuelva a ocurrir, viendo que aparecen políticos como Milei, que reivindica al ex ministro de Economía Domingo Cavallo, autor intelectual del cepo de la paridad cambiaria con el dólar, el corralito y la confiscación de los ahorros de las mayorías para resguardar a los bancos”.

En aquel momento, la crisis que tumbó al gobierno de la primera Alianza fue precipitada por la negativa del FMI a continuar financiando unas políticas que habían fracasado en todo sentido. Muchos de los que tuvieron protagonismo entonces volvieron a tenerlo con el macrismo y, entre otras cosas, trajeron de vuelta al FMI tomando el mayor crédito jamás otorgado a un país y en condiciones que lo vuelven impagable. Ahora reclaman un ajuste de las cuentas públicas que empobrecería aún más a las grandes mayorías. Si se fuerza ese camino, no sería sorprendente que se reiteren las escenas del 19 y 20 de diciembre de 2001. 

Lic. Gerardo Codina


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