Porteñas | Emergencia sanitaria

Operativo vacunación

La pesadilla interminable de la pandemia empieza a finalizar. Con la sucesiva aprobación de diferentes vacunas en el mundo, ahora largó la carrera por llegar a abastecer lo más rápido posible al mayor número de personas. No es fácil por la escala del desafío, pero además se complica por el acaparamiento de los poderosos, los egoísmos nacionales y la politización del tema. También nos sucede a nosotros.
Buenos Aires, 2 de febrero de 2021. Del COVID parece que nada bueno puede esperarse, pero algo hubo. Nunca en la historia moderna de la humanidad, en tan breve tiempo y en tantos países simultáneamente, se lograron vacunas de alta eficacia para enfrentar un mal. Pero, al contrario de los optimistas que imaginaban al principio de la pandemia, que el virus derrumbaría el capitalismo global, la lógica del dinero y el poder no hicieron más que acentuarse. Se puede ver en la puja que tiene la Unión Europea con grandes laboratorios que incumplen sus compromisos previos pese a los millones recibidos para desarrollar el antídoto y producirlo a escalas masivas.

Nuestro país padece algo parecido. Después de que el 24 de diciembre arribase la primera remesa de vacunas Sputnik-V, la expectativa era completar cinco millones de dosis en enero para dar inicio a la vacunación masiva de los más vulnerables a esta enfermedad. No pudo ser. Explican los rusos que las demoras son porque están haciendo reformas en sus plantas de producción para ampliarlas, debido a la enorme demanda que tienen, empezando por su propio país. Es lógico. Es una de las más baratas, de las más fáciles de conservar y de las más seguras que se conozcan, pese a sus detractores.

A diferencia de la Unión Europea, que amenaza no permitir exportaciones de vacunas hasta que se asegure la cobertura de los europeos, o de Estados Unidos, que vuelca el grueso de su producción a su propia población, Rusia está tratando de aprovechar la coyuntura para ganar presencia en el mundo, además de resolver su propio problema sanitario. No es el caso de Canadá que se aseguró vacunas para seis veces su población o de Inglaterra, que podría donar cien millones de dosis que le sobran, pero no lo hace.

Las diferentes miradas locales

En nuestro país hay una estrategia consensuada con todas las provincias. La búsqueda de vacunas, incluso su promisorio desarrollo local, está a cargo del estado nacional. Ese plan contempla una vacunación gratuita y voluntaria, en distintas etapas definidas en base a criterios epidemiológicos específicos, como la exposición al virus o el riesgo a enfermedad grave a causa del mismo. Luego de recibidas las dosis, la implementación del operativo corre por cuenta de las autoridades locales.

La Sputnik-V requiere de dos dosis con un intervalo mínimo de 21 días entre cada una. Pero además, para aplicar la inyección hay que descongelar el frasquito que la contiene. Y en cada frasquito hay cinco dosis. Una vez descongelada, la sustancia se conserva sólo media hora. No puede volver a la heladera. Por eso, cómo se organice la vacunación es casi tan importante como tener las vacunas. Para no desperdiciar aquello que tanto cuesta conseguir. 

A diferencia de la provincia que abrió un registro para que las personas interesadas en vacunarse se anoten, en la ciudad no existe por el momento nada parecido. El argumento es que no sabe cuándo estarán las vacunas, ni cuántas serán. Suena lógico.

Pero sucede que, cuando empieza el operativo hay que asegurarse de que cada media hora haya cinco personas esperando ser vacunadas, para que no se malogren dosis. Anticipar la tarea de organizar ese flujo y no esperar la concurrencia voluntaria, resultaría prudente. 

Aquí, entre tanto, al sistema de salud le llevó más de un mes para dar el primer paso, vacunar a los profesionales de la primera línea, personal de salud de terapia intensiva, guardias, laboratorios y de ambulancias abocadas al COVID-19. El 28 de enero oficialmente se informaba que todavía se estaba vacunando a esas 23.100 personas, una fracción del total de 130 mil que tiene en su conjunto el sistema sanitario porteño.

La morosidad local, contrasta con el despliegue bonaerense, que en el mismo lapso vacunó a casi 130 mil personas. La explicación de la diferencia quizás se corresponda con la distinta preocupación puesta en la organización del operativo, dado que todos los distritos recibieron al mismo tiempo los antídotos.

Cómo sigue

Los productores de Sputnik-V aseguran que la demora actual será corta. Unas tres semanas desde fines de enero. Si es así, luego de los carnavales virtuales de este año se podrá retomar el plan de vacunación masivo. También para marzo estarían ya disponibles las vacunas de AstraZeneca, cuyo principio activo se está produciendo aquí y que se envasa en México. 

En nuestra ciudad el plan contempla las siguientes seis etapas sucesivas: primero, personal de salud (todavía incompleto), luego adultos mayores de 70 años y personas que residen en geriátricos u hogares de adultos mayores. En tercer lugar, adultos mayores de 60 a 69 años y luego, personal de seguridad. En la quinta etapa, personas entre 18 y 59 años con factores de riesgo y, finalmente, otros grupos estratégicos definidos por las jurisdicciones de acuerdo a la disponibilidad de dosis. 

Como se ve, la ciudad no incluyó a los docentes entre las prioridades, como sí lo hizo Nación y lo anticipa la provincia. Una decisión que, junto con el forzado retorno anticipado a la presencialidad en nuestras escuelas, puede promover una explosión de contagios en el distrito con peores resultados sanitarios durante esta pandemia (ver nota editorial).

Lic. Gerardo Codina


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