Comunales | Confitería del Molino – Bar La Perla

Una de cal y otra de arena

El barrio fue sacudido por dos noticias. Ambas vinculadas con el patrimonio cultural de todos los argentinos. Al concretarse la expropiación de la Confitería del Molino se podrá avanzar en su restauración. En cambio, los nuevos dueños de La Perla exhiben su desinterés por ese sitio histórico y ninguna autoridad interviene para protegerlo. Buenos Aires, 7 de marzo de 2017. Finalmente, luego de extensas negociaciones, el Gobierno nacional compró la confitería Del Molino por casi $182 millones. Ubicado en la esquina de Rivadavia y Callao, frente al Congreso, el edificio fue cerrado en 1997 y permanece así desde entonces, con su estructura deteriorándose.

En 2014, la ex presidente Cristina Kirchner lo había expropiado para que pase a manos del Congreso, que será el organismo encargado de reabrir la confitería y de crear un museo que contenga elementos originales del bar por el que pasaron cientos de políticos y artistas argentinos a lo largo de un siglo de vida.

En febrero de 2016, tras el cambio de gobierno, se estableció que el Ministerio del Interior, Obras Públicas y Vivienda se haga cargo del trámite de expropiación. Sin embargo, desde esa cartera en su momento explicaron que no habían logrado avances debido a diferencias con uno de los dueños del edificio, la familia Roccatagliata. Diferencias que se han saldado ahora.

Ricardo Delgado, de la Secretaría de Coordinación del Ministerio del Interior, explicó al diario porteño La Nación que aún no saben cuándo comenzarán las obras, ya que el edificio “está deteriorado” y habrá que hacer, primero, una exhaustiva evaluación edilicia. El inmueble está compuesto por tres cuerpos con un total de 7700 m2 cubiertos.

El lugar reabriría nuevamente como café y será parte de un proyecto que se integrará a la manzana legislativa, frente al Congreso Nacional. El subsuelo y la planta baja deberán ser concesionados para su utilización como confitería, restaurante, local de elaboración de productos de panadería, pastelería o cualquier otro uso afín a esas actividades. También funcionará como museo y salón cultural.

La Confitería del Molino, obra del italiano Francisco Gianotti, que la ideó con una cúpula y aguja de 65 metros de altura, una marquesina metálica y refinados vitraux italianos, tiene un estilo que transforma al edificio en una joya arquitectónica. Este típico exponente de la belle époque, fue inaugurado el 9 de julio de 1916. Durante las últimas dos décadas estuvo deshabitado. Debido a su mal estado actual, una malla y una bandeja de contención lo cubren desde hace unos pocos años, para evitar desprendimientos de vitrales y mampostería.

Ahora, el equipo del Plan Rector de Intervenciones Edilicias (PRIE), los mismos que restauraron el Palacio Legislativo, podrán ingresar al lugar, hacer un relevamiento de su estado y comenzar las obras.



El fin de la Perla de Once

Frente a la Plaza Miserere, en la esquina de las avenidas Rivadavia y Jujuy, pleno barrio de Balvanera, funcionó uno de los bares más emblemáticos de la historia moderna argentina. El mítico café autodenominado “Cuna del Rock”, lugar donde se compuso “La Balsa” en la década del 60, cerró sus puertas el 14 de enero, dejando una sensación de vacío para toda la cultura del rock nacional. Ahora funciona allí una sucursal de una conocida cadena de pizzerías, La Americana. La apertura de ese nuevo negocio gastronómico borró las huellas del bar donde se gestó el rock nacional

En la puerta del café una placa anunciaba: “Lugar frecuentado por jóvenes músicos en la década del 60 que gestaron las primeras composiciones del rock nacional”. Por aquellos tiempos, una noche como cualquier otra, Tanguito y Lito Nebbia compusieron La balsa, considerada como la canción fundacional del rock argentino.

Pero la historia de este bar venía de antes. En la década del 20, varios intelectuales y escritores se reunían para escuchar las charlas que daba Macedonio Fernández. Jorge Luis Borges, con apenas veintipico de años, era un asiduo asistente, fascinado por los fervorosos debates sobre filosofía y metafísica que se generaban en sus mesas. Fue tan importante la injerencia de La Perla del Once en la cultura moderna que en 1994 fue declarado Sitio de Interés Cultural de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

A los nuevos propietarios poco les importa la huella de ese pasado trascendente. “Estamos adaptándonos. Esto es otra cosa, sólo pizzas y empanadas. Por suerte mantuvimos nuestros puestos de trabajo”, comentó con nostalgia uno de los empleados de La Americana que sigue allí contratado luego de 24 años de trabajo en La Perla.

Los empresarios gastronómicos no tienen por qué ser expertos culturales, es claro. Sólo les importa la facturación y el margen que tienen. Están para hacer más plata de la que poseen. Los que faltaron a la cita fueron las autoridades porteñas. Las obras de remodelación del Once para hacerlo peatonal y la violenta expulsión de los manteros, no incluyeron ningún resquicio para la preservación de la memoria colectiva ni la protección del patrimonio cultural.

Norberto Alonso

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