Comunales | Reportaje a Abelardo Castillo

El hombre que sembró literatura y destino

Compartirnos una charla con el escritor Abelardo Castillo, también vecino de Balvanera. El reciente estreno de El otro Judas en el Centro Cultural de la Cooperación es el disparador para repasar más de cincuenta años de novelas, cuentos, dramaturgia, junto a un legado vigente que se reinventa en cada homenaje a este autor fundamental de las letras argentinas. Por Juan Castro Buenos Aires, 10 de diciembre de 2012. ¿Y si Judas en realidad no traicionó a Jesús? ¿Cómo serían las pasiones del escritor Edgard Allan Poe desde un escenario teatral? ¿De qué forma recrear el mito fáustico con esencia rioplatense? ¿Cómo sería encontrar el “Manifiesto comunista de Dios”?

Todas estas preguntas, y muchas más todavía, las ha formulado el escritor Abelardo Castillo a lo largo de su vasta trayectoria literaria. El otro Judas (1961), Israfel (1964), Crónica de un iniciado (1991), El Evangelio según Van Hutten (1999), son parte del mundo donde Castillo, ya sea desde la dramaturgia, la literatura o el cuento, ha expuesto sus años de estudio y su perspectiva sobre el hombre y el destino.

Al presente, este trabajo de toda una vida se ve reflejado en homenajes y distinciones, pero también en el hecho de que nuevas generaciones retoman sus escritos y planteos. Este es el caso de la presentación en el Centro Cultural de la Cooperación —Corrientes 1543— de El otro Judas.

Con dirección de Mariano Dossena, según nos contó Castillo, se ha dado a sala llena y con buena respuesta del público. Tal es así que ya está confirmada la vuelta en febrero. Por si fuera poco, esta pieza tiene tres nominaciones al premio María Guerrero 2012-2013 (los entrega la Asociación Amigos del Teatro Nacional Cervantes): Walter Quiroz como mejor actor, Nicolás Nanni en mejor vestuario y Pedro Zambrelli en mejor iluminación.

Sobran los motivos para decir que hay Castillo para rato. Al momento en que se cumplen más de cincuenta años de la aparición de su primer volumen de cuentos, Las otras puertas (1961), el escritor está abocado a editar a futuro el diario íntimo de casi mil páginas que lleva desde los 18 años.

En un impase de esta tarea es que nos recibe en su casa del barrio de Balvanera, a pasos de la plaza 1° de Mayo. Allí vive sus días junto a Sylvia Iparraguirre, escritora con la que fundó junto a Liliana Heker la revista El ornitorrinco y ha compartido talleres de formación literaria.

Se hace camino al andar

El pueblo de San Pedro fue testigo, en 1935, del nacimiento de este nombre fundamental de las letras argentinas. Allí pasó sus primeros años. Y pensó por un instante la opción de ser cura. Sin embargo, Abelardo optó por encaminarse a la ciudad de Buenos Aires, hacer a un lado las sotanas y consolidar su camino en la escritura. Según él mismo repasa, hubo en ese entonces un hecho esclarecedor: ganó un premio en el concurso de la revista "Vea y Lea", donde fueron jurado Jorge Luis Borges, Bioy Casares y Manuel Peyrou.

“En algún momento de alguna manera decidí que no había más remedio, que yo era un escritor y que debía seguir siendo un escritor”, repasa Castillo con una especie de sonrisa irónica sobre el énfasis puesto en aquel entonces, pero aún así reconoce lo “importante” de enviar la pieza al concurso. Pensar que en el presente hay certámenes que llevan su nombre, como el celebrado en 2010 para revistas culturales, a cargo de la Secretaría de Cultura de la Nación.

Emprendedor editorial

Y no es casualidad que este galardón llevara el nombre de Castillo: es reconocido también por haber fundado la revista literaria El Grillo de Papel, sucedida por El Escarabajo de Oro, la cual ha sido una de las publicaciones especializadas más longeva de su época (1959 a 1974); aparte de haber estado al frente de El ornitorrinco (1977 a 1987).

Formaron parte del "Consejo de Colaboradores" autores como Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Ernesto Sábato; y en ella dieron sus primeros pasos literarios Ricardo Piglia, Humberto Constantini, Haroldo Conti, Alejandra Pizarnik, entre otros.

A ese tiempo Castillo lo evoca como una parte más dentro su juventud: “Conversábamos con otros escritores, compartíamos con escritores muy superiores a nosotros y más grandes. Ese era el mundo en el que yo vivía”. “Eso estaba cruzado por lo que estaba haciendo, lo que vivía y por sentirme plenamente joven. Eran los años 60, escuchar a los Beatles o ver a Marlon Brando también tenía que ver con el Escarabajo de oro (ver recuadro)”, comparte sobre aquel entonces.

El sano hábito

¿Qué hay antes de que en la mente de un escritor fluyan tantas ideas y reflexiones como para volcarlas en obras cumbres como Las otras puertas (1961, Premio Casa de las Américas), Cuentos crueles (1966), Las panteras y el templo (1976), Las palabras y los días (ensayos, 1989), Las maquinarias de la noche (1992), Cuentos Completos (1998), La casa de cenizas (1968), El que tiene sed (1985),Crónica de un iniciado (1991), El Evangelio según Van Hutten (1999), Israfel (1964, Primer Premio Internacional de Autores Dramáticos Latinoamericanos Contemporáneos del Institute International du Theatre, UNESCO, París), aparte de ensayos, diversos textos y compilaciones?

Pues, para Castillo la respuesta se hace breve: “Resumir la conducta borgeana de haber sido un agradecido buen lector”. El autor resalta “el caudal de lectura que hay detrás de eso que se escribe”. “Un escritor que no lee no tiene fundamentalmente nada que decir cuando se acaba toda su experiencia vital”, suma.

“La lectura es una experiencia, no un mero acto de educación o cultura. Se lee como se tiene un hijo, como se planta un árbol, como se vive la vida, es una experiencia vital que pasa por tu cuerpo —señala—. Cuando la lectura se transforma en una primera naturaleza de la literatura empieza a emerger un escritor”.

Una actitud frente a la vida

Acerca del destino, comenta que “no se trae puesto como una especie de dirección divina o de maldición, el destino se va haciendo y un día se elige el propio. Todo hombre termina siendo aquello que es, pero en la medida que lo elija conscientemente. No hay un destino que nos den las fuerzas del mal o del bien. Es un destino que elige todos los días”. Para fortuna nuestra, el que ha elegido Castillo lo revalidó libro sobre libro.

Un escritor puede hacer “una novela hoy, un cuento dentro de seis meses y estar mucho tiempo sin escribir, su destino es esencialmente ser un escritor; pero eso implica ciertas elecciones de carácter moral y ético”.

Y con la sapiencia que le ha dado recorrer este camino y asumir su propio destino, cerramos esta charla con otra reflexión imperdible de Castillo: “Cuando un periodista quiere ser periodista elige cumplir la función de informar, decir la verdad o jugarse la libertad o la vida por ese oficio, se transforma entonces en un sentido de profesión, en el sentido de profesar una idea. Si no se siente eso es un mero escribiente, en la literatura o en el periodismo. Hay que ver el sentido que le das a tu trabajo de periodista. Eso es lo mismo que ocurre en la literatura”.

Homenaje vecinal a Abelardo Castillo

Este año la Junta de Estudios Históricos del barrio de Boedo quiso dejar testimonio del paso de Abelardo Castillo por este barrio del sur de la ciudad. Fue el sábado 28 de julio de mediodía cuando vecinos y autoridades de la zona descubrieron una placa en recuerdo del escritor. La cita fue en Maza 1511, esquina Tarija, donde el autor de Israfel vivió en la década del sesenta.

“Yo diría que el poeta lo es por su manera de situarse ante el mundo”, expresó alguna vez Abelardo Castillo. Al día de hoy, uno de los tantos lugares donde late la presencia del escritor es en el barrio de Boedo, junto a los vecinos que este año le rindieron homenaje.

El acto tuvo lugar en el marco de los festejos por la Semana de Boedo, ya que el 25 de julio se celebra el día del barrio (motivo por el cual en la placa también figura esa fecha), informó la Junta de Estudios Históricos local.


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