Comunales | Entre ollas populares y riesgo ambiental

La Toma Cartonera de Once

Un grupo de recicladores urbanos ocupa desde principio de año una terminal de micros en la calle Bartolomé Mitre, casi esquina 24 de Noviembre. Allí acopian material, duermen y comen. Vecinos alertan por un aumento de robos en la zona y señalan que hay tanques de combustible en el predio.
Buenos Aires, 10 de agosto de 2021. “Dios le da las peores batallas a sus mejores guerreros”. La pintada se luce en lo alto de un muro en la terminal de micros de Mitre 3140-76 que, desde principios de 2021, está ocupada por recicladores urbanos, quienes acopian materiales, pernoctan y también se alimentan gracias a ollas populares. Por otro lado, hay vecinos que alertan que el lugar fue clausurado varias veces y presenta riesgo ambiental por la presencia de combustibles. Mencionan un aumento de arrebatos en la zona y hasta hablan de convivencia con vendedores de droga. 

“Este es el lugar donde vienen los cartoneros con sus materiales, acá también pueden descansar. Somos gente trabajadora que no molesta a nadie”, dice a este medio Luisa, una de las referentes del lugar. Asegura que su ubicación es clave por la cercanía a la zona comercial Once, donde se tiran gran cantidad de cartones, plásticos y metales.

El galpón era utilizado tiempo atrás para alojar colectivos de la línea 129. Sin embargo, desde antes de la pandemia esta empresa hacía “dormir” a los micros sobre la vereda de Mitre, dejando el predio vacío. Ante la toma, continúa haciéndolo, incluso estacionados sobre la vereda de enfrente, en la ex agencia hípica.

El inmueble está dividido en dos sectores. Uno consta de un enorme cuadrángulo al aire libre. En el frente tiene una reja y un paredón, donde han hecho un mural firmado por la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP) y la Rama Cartonera del Movimiento Evita. Asimismo, se informa que allí funciona el merendero “Luz y Esperanza”. 

En el fondo hay algunas construcciones precarias y sobre el playón descansan varios carros y bolsones. En el frente los recicladores suelen estar a toda hora con sus carros, trabajando en la vereda. Pasadas las 21, se ve la llegada de camionetas o rastrojeros llenos de cartones y metales. La otra parte del predio consta de un enorme galpón, que se extiende en paralelo al sector descubierto. Tiene un único ingreso a través de una reja que siempre está abierta. Al lado hay un paredón con este grafiti escrito: “Comedor Marginal Cartoneros de 11”.

Por dentro, bajo algunos pocos reflectores, el movimiento es constante. Hay varios recicladores separando, ordenando y pesando el material de los carros que recién llegan de la calle. También le toman los datos a quienes los trajeron. Incluso hay quienes reducen el metal con amoladoras. Los gritos y el crujido de la maquinaria inundan todo alrededor. 
A un costado de bolsas y muebles, hay una oficina improvisada, con escritorio y papeleo, incluso una pizarra con precios de cartón y metales por kilo. Allí se sienta Luisa, cara visible y referente en este lugar. “Acá vienen los cartoneros con su material, también pueden quedarse a pernoctar. Es mejor estar acá que en la calle que les puede pasar cualquier cosa”. Ante este medio repasa que hace más de siete meses está activa esta toma. Señala que antes el lugar estaba vacío y que en la actualidad la policía no los intenta desalojar. “Ellos pasan y no nos molestan, saben que estamos trabajando”, dice Luisa.

Previo a la ocupación, en el fondo del galpón había una construcción de una planta, una especie de casa con oficinas administrativas. Luisa cuenta que ellos mismos empezaron a hacer algunas construcciones complementarias para que puedan alojarse los recicladores.
En el predio hay una olla popular activa para darle de comer a los cartoneros. “Hacemos el esfuerzo por dar un plato de comida. Ahora estamos necesitando una cocina y cualquier tipo de donación de alimentos”, asegura la mujer.

“Yo vengo de la calle y sé mejor que nadie lo que es tener que trabajar todo el día en malas condiciones para tener unos pesos. Siempre es mejor trabajar que andar manoteando, robando, por ahí”, dice Luisa. También aclara que los cartoneros “no tienen nada que ver” ni participan en la venta de drogas en la zona. Reconoce que antes de su llegada en ese galpón ya había algunos dealers o consumidores, pero que los recicladores solo buscan un techo para trabajar.

Pese a estas afirmaciones, la convivencia es compleja. Algunos vecinos de las manzanas linderas consultados por este medio aseguran que la zona siempre fue “difícil”, pero que la presencia de la toma cartonera les genera mayor desconfianza. Hay quienes aseguran haber sufrido arrebatos de celulares y haber visto a los ladrones correr hacia el galpón.

El lugar fue clausurado por la Agencia Gubernamental de Control (AGC) en varias oportunidades, pero sigue activo. Integrantes de la ONG Buenos Vecinos BA sostienen que no lo desalojan por una “convivencia política” entre sectores de la economía popular y autoridades porteñas. Hicieron denuncias en las reuniones de Comisarías cercanas ante funcionarios de la Comuna 3 y del Ministerio Público Fiscal porteño. “Iniciamos un reclamo en la Defensoría de CABA y ponen mil trabas para avanzar”.

Fuentes de la ONG temen por el riesgo ambiental del predio, donde hay cisternas de suministro de combustible, según explicaron vecinos de larga data. “Con el acopio de materiales inflamables el peligro de explosión se multiplicó”, expusieron. La normativa porteña vigente postula que los terrenos donde se depositaron combustibles deben ser descontaminados y no tienen que ser habitados por un buen tiempo. Este no es el caso de Once.

“Es la solución que encontramos los cientos de cartoneros que queremos trabajar, entendemos a los vecinos y sabemos que no es lo ideal, pero es lo que encontramos para no estar en la calle”, concluye Luisa. 

Juan Castro


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