Editorial | La vuelta de Cavallo

La promesa neoliberal

Veinte años después de la implosión del país debido a la crisis del régimen de convertibilidad que ideó Cavallo, vuelven las mismas ideas y personajes a presentarse como la solución a los problemas argentinos. No fue suficiente haber causado la peor crisis social, económica y política de la que tengamos memoria. Reciclados, reivindicados por los factores de poder, se pasean ahora de nuevo por los grandes medios de difusión como si hubiesen realizado una proeza y tuvieran la capacidad de resolver las dificultades del presente, muchas todavía descendientes directas de aquellas horas aciagas.
Buenos Aires, 7 de diciembre de 2021. Del padre del corralito no se puede esperar otra cosa. Como cualquier automovilista, siempre dijo después de haber chocado el país, “a mí me chocaron”. Pero de los que sufrieron la confiscación de sus ahorros para salvar a los banqueros, de los que perdieron gran parte de su sustento para que los poderosos no sufrieran las consecuencias de la crisis, sería esperable mejor memoria. 

Los confunde el hecho de que, en el fárrago de datos insustanciales con que nos bombardean los medios de distracción, las mismas ideas aparezcan en boca de otros personajes. Aunque esos mismos proclamen de viva voz su admiración por el que fue el verdugo de toda una generación. Hay que hilar fino y reflexionar un poco para sumar dos más dos. Demasiado cuando se vive apurado y todo el tiempo disponible enganchado en la pantallita del celular. Solo en esa confusión intencionada es posible volver a presentar como soluciones, las recetas de los fracasos conocidos.

Entre tanto, la nave va. Y se puede insistir en la gran preocupación que causa el cambio climático, mientras se procura urbanizar el borde costero de la ciudad para facilitar negocios inmobiliarios extraordinarios en el corto plazo, aunque a la larga signifiquen condenarnos a todos a estar indefensos frente a las inundaciones, las crecientes del río y las mayores lluvias por venir. “No se inunda más, carajo!” fue una buena frase de campaña. Pero ya es papel mojado. Porque apenas hubo una lluvia intensa, pero no extraordinaria, la inundación volvió.

No fue magia. Llenar de cemento la ciudad tiene ese costo. A menos que se invente un cemento que absorba el agua, que no existe aún. La única solución que queda para prevenir las inundaciones, más en una ciudad llana y de poca altura sobre el actual nivel del mar como la nuestra, es generar amplias superficies absorbentes, como parques arbolados. Lo que habría que hacer sobre la ribera del río. Pero se harán nuevas urbanizaciones, de lujo, para que pocos puedan seguir especulando con el precio de la tierra urbana. 

Es curioso cómo se pretende que la solución de todos los dramas sea la liberalización plena de las fuerzas de mercado, escondiendo el hecho que los mayores negocios se hacen gracias a la intervención del Estado a favor de los intereses monopólicos. La costanera sur que se urbanizará, fue creada a partir de una decisión gubernamental, que autorizó el relleno de ese sector de la costa, para ganarle unas hectáreas al río. Era el sueño de la ciudad deportiva de Boca Juniors, que no pudo concretarlo. Un cambio en la normativa, dispuesto ahora por el actual gobierno porteño, le permite a un privado realizar allí un millonario negocio inmobiliario, también creado por una decisión estatal.  Una intervención estatal que no les molesta a los libertarios admiradores de Cavallo, porque sirve para hacer negocios privados.

Lic. Gerardo Codina        


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