Comunales | Avanza la restauración

Molino a nuevo

Luego de varios años de trabajo para recuperar un valor histórico del país, la puesta a punto de la Confitería Del Molino está finalizando. Inaugurada en 1916 y abandonada 81 años después, fue rescatada gracias a que fue declarada Patrimonio Histórico Nacional en 2014. Pero no es sólo el edificio, emblemático de nuestra ciudad, sino también sus recetarios, sabores, aromas e historias que forman parte de nuestra identidad.
Buenos Aires, 12 de enero de 2021. Tras dos años de restauración del mítico edificio Del Molino, su torre y cúpula lucen ahora como en su etapa inaugural y como no lo vieron ni siquiera los más añosos habitués: con sus ocho vitrales, sus esculturas de leones alados, su remate aguja y sus aspas devueltos a nuevo, un conjunto que muestra su mejor versión por las noches, cuando el vidrio se ilumina y las paletas coloreadas por una luz roja comienzan a girar.­

Además, ya se quitaron los 1.800 metros cuadrados de andamios que cubrían su fachada, cuyo remozamiento se puede admirar en toda su magnitud. "En el caso de La Confitería Del Molino, la restauración está avanzada en un 75%, pero hay que recordar que el edificio tiene casi 8.000 metros cuadrados y la confitería es solo un tercio", dijo Ricardo Angelucci, secretario administrativo de la Comisión Bicameral Administradora del Edificio del Molino.

"En el resto (del edificio, compuesto en total por cinco pisos y tres subsuelos), el estado es muy variable porque lo recibimos también en condiciones muy distintas. Hay partes muy conservadas y otras destruidas", agregó.

Además de concluir lo que falta -planta baja, marquesina y ascensores-, la meta es que para el mes de julio próximo esté en marcha un programa periódico de visitas guiadas que incluyan la terraza y la cúpula, y que la confitería ya tenga concesionario asignado para que vuelva a abrir sus puertas tras 23 años tapiadas.

"Si todo funcionara bien, en el transcurso del 2021 en que el edificio cumple 105 años, tendríamos que poder avanzar en la concesión, pero la apertura ya dependerá del inversor privado", dijo. Es que, como el resto del funcionamiento de la sociedad, dependerá de la pandemia.

Hasta el momento, el Gobierno invirtió cerca de 100 millones de pesos en la restauración: “Estos edificios como Del Molino también tienen una carga de patrimonio inmaterial significativa, que está vinculada a las historias de buena parte de los argentinos que pasaron durante el último siglo por la esquina de Callao y Rivadavia”, explicó el arquitecto Guillermo García.

Y agregó: “El destino del edificio, según la ley, es recuperar la confitería histórica, que se va a concesionar y destinar distintos espacios a cuestiones culturales, como el Museo de las Aspas y promocionar artistas jóvenes. También establecer un Museo de Sitio, que cuente la historia del edificio y su propio proceso restaurativo, tipo cápsula de tiempo”.

El espíritu del edificio

Junto con su esplendor arquitectónico, el Edificio del Molino está recuperando también sus recetarios, voces, colores, sonidos, rituales, aromas e historias a partir de un proceso inédito que busca reconstruir simultáneamente el "patrimonio inmaterial o intangible", contando para ello con la invaluable colaboración de personas que acercan sus relatos, fotos u objetos, sus vivencias.

"Es la primera vez que se hace una intervención de estas características, en la que se está teniendo en cuenta lo que nosotros llamamos la dimensión inmaterial del patrimonio pero también la participación de la comunidad", dijo a Télam Mónica Capano, asesora de patrimonio inmaterial de la Comisión Bicameral Administradora del Edificio del Molino.

La especialista aclaró que, por las características de este monumento, su "puesta en valor no tendría sentido solamente desde el punto de vista arquitectónico". "De hecho, el decreto que declara este edificio patrimonio histórico nacional, no refiere a la importancia de sus valores estéticos, sino a la vida que tenía adentro el Edificio del Molino, que conjugaba la cotidianeidad con lo político", dijo.

En ese sentido, recordó que a la confitería que funcionó hasta 1997 en su planta baja, subsuelos y primer piso, "se la llamaba ´la tercera cámara´, porque muchas decisiones que se tomaban en el Palacio Legislativo (ubicado enfrente) se ´cocinaban´, café por medio, en este lugar".

Pero para otras personas, el edificio era simplemente su hogar, porque los pisos tercero al quinto estaban destinados a vivienda, lo que habla de un patrimonio que siempre estuvo "habitado", a diferencia de otros monumentos "sacralizados". 

Como ocurre con la recuperación del patrimonio material, el inmaterial también se reconstruye de modo colectivo. "Hoy cualquier intervención en patrimonio no puede dejar de manejarse con la comunidad porque de lo contrario está destinada a perderse. Por más que sea algo del pasado, su apropiación como tal siempre se hace desde el presente", aseguró.

Y entre las personas que se acercaron a contar sus vivencias en la Confitería del Molino se encuentra Antonio Sanchis (93), quien trabajó allí como maestro pastelero durante 40 años. Nacido en Barcelona, Antonio emigró con sus padres y dos hermanos a la Argentina en 1947, cuando ya tenía 20 años y una experiencia de tres años como pastelero en una reconocida confitería catalana.

"Cuando entré por primera vez al Molino, me quedé asombrando porque ¡era una cosa tan distinta a lo que había visto allá! Era 50 veces más grande y eso que allá era de primera", dijo Sanchis en diálogo con Télam. A partir de su visita, los equipos supieron "donde estaban y cuáles faltaban de las máquinas" del primer subsuelo que era su lugar de trabajo, y que la pared no estaba, como hoy, vedando el paso al sector donde "fabricaban bombones de chocolate, frutas abrillantadas y caramelos".

Como maestro decorador de la sección "postres", su especialidad era el diseño y decoración de los huevos de pascua, que de tanto trabajarlos lo dejaron sin huellas digitales en su pulgar derecho.

En el caso de Juan Frohlich (71) –quien junto a su esposa Irene celebraron allí su fiesta de casamiento en 1973- , la foto que aportó fue fundamental para reconstruir el remate del barandal de la escalera de mármol que lleva al primer piso. "Llevamos la foto que nos sacamos en la escalera, lo que les permitió reconstruir la luminaria que se ve allí y que no estaba más porque había sido vandalizada", contó a Télam.

Pero mucho antes de eso, la Confitería del Molino ya era significativa en su vida. "Yo recuerdo que de muy chico, a los 8 o 10 años, íbamos con mis padres una vez al año a comprar el ´imperial ruso´ y a tomar el té en la confitería, porque vivíamos en la provincia de Buenos Aires y veníamos cada tanto al centro a hacer compras por Florida", dijo.

Ángeles Machado Igarashi (43), por su parte, pudo dar cuenta de lo ocurrido durante tres décadas y media en la terraza, donde vivió hasta 2012 porque su padre era el portero del ala Callao del edificio. "Tuve el lujo de vivir en ese edificio tan maravilloso", dijo por teléfono desde la ciudad japonesa de Sendai (370 km al norte de Tokio), donde reside.

Con sus padres y su hermano, vivían en una pequeña casita blanca y cuadrada levantada sobre la terraza del edificio, lo mismo que la mítica torre del molino: todo era parte de un inusual patio de juegos para ella, que incluía "mi propio castillo en escala real". "Cuando íbamos de excursión con mis compañeritos al Congreso yo les señalaba la torre y les decía ´ahí es mi casa´, pero ellos no me creían, lo que me frustraba mucho", contó.

Y si el restaurado salón de fiestas del primer piso tendrá su rosetón de bronce decorando la baranda del balcón para orquestas, es gracias a Adelina Tessier (84) que en 1951 festejó allí su cumpleaños de 15. "Era muy común festejar cumpleaños, casamientos o aniversarios y para nosotros era accesible porque mis padres tenían una pequeña industria. En aquel tiempo la persona que trabajaba podía hacerlo", contó.

Dos fueron las orquestas "de moda" que pasaron por el balcón del salón de fiestas Del Molino con ocasión de su cumpleaños, una de ellas la reconocida Varela Varelita. Tocaban foxtrox, bolero, melódica y valses. El tango no era muy visto y el rock recién empezaba, no era muy común", contó.

Entre las personas que van siguiendo paso a paso la restauración esta César Gianotti (64), nieto de Francisco, el arquitecto italiano que lo diseñó. "Es una de las obras más importantes que ha realizado mi abuelo por las innovaciones y desafíos que tuvo que atravesar para su diseño y construcción", contó Gianotti. Cuando supo de la puesta en valor del edificio "sentí alegría y un orgullo muy grande" porque por un lado "siempre fui admirador de sus obras" y, por otro, "la restauración es increíble y muy profesional".

Capano destacó que "la convocatoria es mérito del grupo de comunicación" de la Comisión, "gente joven que empezó a trabajar en las redes sociales" difundiendo los avances y la historia del edificio. "Cada vez que se hizo una apertura puntual yo no daba abasto porque las personas me querían contar muchas cosas. Por eso lo que hicimos la última apertura fue trabajar con voluntarias que fueran recibiendo las historias y anotando los contactos para hacer luego entrevista más en profundidad", explicó. 

La historia de la recuperación del edificio

Terminado en 1916 bajo la dirección del afamado arquitecto italiano Francisco Gianotti (1881-1967), el edificio y confitería Del Molino fue expropiado en 2014 y transferido al Congreso de la Nación en virtud de una ley votada por este mismo cuerpo legislativo, en cuyo interior se creó la Comisión Bicameral Administradora del Edificio encargada de su restauración.

La Ley 27.009 dispuso que "el subsuelo y planta baja deberán ser concesionados como confitería, restaurante, pastelería o cualquier uso afín", mientras que el resto del inmueble albergará "un museo dedicado a la historia de la confitería" y "un centro cultural a denominarse `De las Aspas´ dedicado a difundir y exhibir la obra de artistas jóvenes".

En el caso del molino, "las aspas son las originales y el motor también", pero para volver a ponerlo en funcionamiento "hubo que hacer piezas con torneado, porque no existen más".

Respecto de la iluminación, fue un episodio del noticiero para cine "Sucesos Argentinos" el que aportó más datos porque "no sabíamos de qué color era". El color rojo que allí advirtieron y copiaron, "puede ser una evocación al Moulin Rouge" de París pero también puede ser que temporalmente haya tenido ese color por "la época de fiestas", por eso "lo seguimos investigando".

En sus años de gloria, las aspas "funcionaban intermitentemente los fines de semana y algunas días particulares, como las fiestas" y eso en parte se respetará ahora. "Las estamos prendiendo algunas horas a la noche desde el fin de semana de Navidad, que hicimos la prueba final. Ese día, la gente paraba para verlo y sacaba fotos, algunos lloraban", contó.

La recuperación de los vitrales también fue un trabajo de hormiga, debido a que, "a partir de pedacitos de vitrales, de las fotos que nos acercó gente y el trabajo de una diseñadora que expandió lo que veía, se rearmó el dibujo en tamaño natural y luego un equipo de vitralistas lo reconstruyó vidrio por vidrio", contó.

En relación al museo sobre el Edificio Del Molino que se construirá en los niveles superiores, Angelucci señaló que la idea es que dé cuenta tanto de la vida de la Confitería -de la que se recuperaron 20 máquinas históricas y miles de moldes de pastelería- como "de la sociedad" de su época de esplendor, y para eso "se va a recrear también alguno de los departamentos".

Ubicado en la intersección de Avenida Rivadavia y Callao, el edificio posee cinco pisos y una azotea con mirador privilegiado y acceso a la torre con cúpula donde "la idea es que funcione otro espacio gastronómico", de los denominados "rooftop bar". 


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