Sociedad | Trabajo y cuarentena

¿Qué cambios quedarán?

El afrontamiento de la pandemia, entre otras cosas, implicó una enorme reingeniería social. Los hábitos de millones fueron alterados profundamente y por un extenso tiempo. Muchos de esos cambios llegaron para quedarse. Otros serán contingentes pero dejarán su huella. El mundo del trabajo ha sido fuertemente alterado.
Buenos Aires, 5 de mayo de 2020. La consigna de permanecer en casa y tratar de hacer las tareas habituales desde allí, intensificó de un día para otro la significación de la conectividad. Compras, estudios y trabajo para millones se convirtieron de golpe en algo que se debía resolver en sus viviendas, con pocos espacios adecuados y equipamiento la más de las veces disfuncional. El celular salvó a la mayoría, obligada a compartir el tiempo de uso de la única PC del hogar, en caso de tenerla. Y puso en evidencia la precariedad del servicio que brindan las compañías de internet.

En contraste, para algunos las tareas no cambiaron tanto, aunque se volvieron riesgosas. Son los que debieron seguir haciendo sus trabajos como de costumbre, porque eran tareas esenciales. Recolectores de residuos, choferes del transporte público, empleados de comercios de alimentos y productos de limpieza, personal de seguridad y sanitario, repartidores, entre otros, que permanecieron transitando las calles y en contacto con el público, pero ahora con el riesgo incrementado de contagiarse de una enfermedad novedosa e impredecible. Sólo para los trabajadores de la salud se la consideró una enfermedad profesional, pero todos están más expuestos que los que se quedaron en sus casas. 

Así las cosas, todo cambió rápidamente y, transcurridas varias semanas, comienzan a conformarse en nuevos hábitos. Si todos los días que nos quedamos guardados en casa parecen domingos, también los domingos se pueden hacer las mismas cosas que los demás días. Por caso, estudiar o trabajar. Y, con el tiempo, la novedad se convierte en costumbre. ¿Qué quedará de todo esto cuando pase la pandemia?

En la Casa Rosada solía haber muchos mozos que recorrían los despachos sirviendo café a los funcionarios. Ahora no están. La exigencia de distancia social en ambientes reducidos impuso que no concurran a su trabajo. Entre tanto, se instalaron máquinas que expenden bebidas. ¿Desaparecerán cuando finalice el riesgo de contagio?

Para evitar salir a hacer las compras, decenas de miles hacen sus pedidos a las plataformas que organizan la tarea de repartidores. En los supermercados se los puede ver haciendo las compras para cinco o más personas a la vez. Hasta hace poco se discutía la legalidad de esas empresas que, como Uber, irrumpieron donde no había reglamentaciones y se aprovechan de trabajadores totalmente precarizados. A futuro, ¿qué pasará con ellos? Aquí como en otros lugares del mundo, se empezó a reconocerlos como trabajadores en relación de dependencia, aunque reciban pedidos de varias plataformas. ¿Cómo funciona eso en la práctica si se rompe el contrato de trabajo? ¿Hay vacaciones o aguinaldos?

Estudiar a distancia o teletrabajar ya era un hábito para muchos desde hace un largo tiempo. Muchos lo hacían combinando tareas presenciales con labores a distancia. Eso no puede hacerse o se dificulta mucho con trabajos que implican contacto directo con otra persona. Un médico no puede auscultar en forma remota, lo mismo que un peluquero no puede hacer un corte por teléfono. 

Pero gran parte de la tarea de la burocracia estatal o judicial, sí puede realizarse a distancia. De hecho, lentamente, se venía avanzando en esa dirección. Tan es así que en estos días asistimos a un debate entre sindicalistas estatales sobre la conveniencia o no de volver rápidamente a las oficinas. Algunos defendían la necesidad de hacerlo para que no se invisibilicen los trabajadores y se aventuren recortes del empleo público, en tanto que otros reclamaban seguridades previas de desinfección de los espacios de trabajo. 

Más allá de ese debate, lo cierto es que tener un lugar de trabajo o estudio en la casa, equipado con un procesador y una buena conexión a internet, no está al alcance de todos, menos de los más humildes. Concentrarse para hacer una tarea es más complejo cuando se interactúa a solas con la red. Continuamente nos invaden estímulos que reclaman nuestra atención. Pero además, compartir el cuarto con otros que hacen su vida, sólo multiplica las posibilidades de distraerse. Así, el rendimiento escolar o laboral puede verse muy afectado.  

Otras cuestiones que importan son los intercambios. Pensar con otros posibilita ideas que a solas no surgirían. Hay muchas formas de pensar con otros. Por caso, la invención de la escritura nos abrió la posibilidad de acceder a las ideas de personas que nos precedieron mucho tiempo atrás. Al leerlos, entramos en un diálogo silencioso con ellos, que nos ayuda en nuestro propio pensamiento y enriquece nuestro conocimiento. 

Pero es en el cara a cara que avanzamos más rápido. Por eso se han vuelto populares las aplicaciones como Zoom, Jitsi o Webex para reuniones grupales virtuales o clases presenciales virtuales. Tanto que Whatsapp o Facebook se han lanzado a desarrollar sistemas parecidos con tal de no perder audiencias. Lo mismo que en la difusión artística, el aprendizaje masivo e intenso en su utilización hace impensable que se abandonen drásticamente después de que termine la pandemia. Cuando eso ocurra.

En realidad, estas transformaciones venían sucediendo, sólo que ahora se impusieron obligadamente y de un día para otro en la cotidianeidad de millones. Ante una circunstancia extraordinaria como la que nos toca vivir, resignadamente se animaron a recurrir a ellas. Y una vez que se habitúen, difícilmente retrocederán. En ese sentido, habrá un antes y un después de la pandemia. Esperemos que sea para mejor.

Santiago Pujol

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