Porteñas | Subtes con aumentos

Nueva concesión y viejos retrasos

El gobierno porteño volvió a convocar a audiencia pública para aumentar la tarifa del subte a $ 11. Está programada para el jueves 19 de abril. En junio ascendería a $12,50. En tanto, desde febrero, comenzó el proceso de licitación nacional e internacional para seleccionar a un nuevo concesionario de la red, que tendrá a su cargo la operación y el mantenimiento del servicio durante los próximos 12 años, prorrogable por tres años más, desde el 1° de enero de 2019.
Buenos Aires, 3 de abril de 2018. El Gobierno porteño convocó este mes una vez más a audiencia pública para llevar la tarifa del subte de $ 7,50 a $ 11, después de que el debate anterior fuera suspendido por orden judicial.

En principio el Gobierno porteño había confirmado que la suba regiría desde abril y que, a partir de junio, se llevaría la tarifa a $ 12,50. Siempre respetando el sistema de descuentos para pasajeros frecuentes, más las rebajas para quienes combinan medios de transporte en el marco de la Red SUBE.

De acuerdo con el decreto que convoca a la nueva audiencia, que tiene la firma de Horacio Rodríguez Larreta, la tarifa técnica del subte es de $ 18. Esa cifra, que es la que se cobraría sin subsidio, surge de dividir los costos de explotación del servicio, que según Sbase son de $ 5.634,100 millones por año, por los 312,4 millones de pasajeros que pagan boleto. Quienes impugnan los incrementos argumentan que no existe verificación externa fiable de tales supuestos costos.

Nuevo concesionario

En paralelo, Subterráneos de Buenos Aires (SBASE) llamó a una licitación internacional para la concesión del servicio público de operación y mantenimiento del sistema de transporte ferroviario de pasajeros de superficie y subterráneo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.  El actual, Metrovías, viene desde la privatización menemista, con prórrogas sucesivas de la concesión inicial. Los reclamos para que el estado asuma directamente la operación de la red mediante su empresa SBASE fueron desechados por el macrismo. 

Nuestros subtes tienen mucha historia. La actual línea A se inauguró en 1913, siendo la primera línea de metro que se construyó en América Latina, en todos los países de habla hispana y en todo el hemisferio sur. La red se extendió con rapidez durante las primeras décadas del siglo XX, pero el ritmo de ampliación disminuyó fuertemente tras los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. El primer tramo de la línea E, se inauguró en 1944. Luego hubo que esperar 63 años (hasta 2007) para la habilitación de otra línea, la H.

Entre tanto, la ciudad de Buenos Aires quedó rezagada frente a los subtes de otras capitales latinoamericanas, como San Pablo, Santiago y Bogotá. El Metro de San Pablo comenzó a construirse en 1974 y actualmente tiene 84 kilómetros de longitud, 24 más que el nuestro. Dentro de un año, San Pablo inaugurará un monorriel con 18 estaciones distribuidas a lo largo de 17 kilómetros de extensión. La obra costará más de 2100 millones de dólares y fue adjudicada a un consorcio de empresas integrada, entre otras, por Benito Roggio. 

San Pablo proyecta ahora otra línea entera y extenderá una más, al igual que Santiago de Chile, mientras que Bogotá invertirá 4300 millones de dólares en su primer metro a inaugurarse en 2022. Serán 23 kilómetros trazados por el irregular relieve de la capital colombiana financiados por el estado nacional y local. Si se divide por año, son 5,5 veces más que lo invertido por la Ciudad de Buenos Aires en la gestión macrista.

No son los únicos que apuestan al subte. En los próximos cinco años, San Pablo invertirá U$S 4600 millones y Santiago otros U$S 3500 millones para ampliar su sistema de subtes. Del otro lado de la cordillera, Santiago se posiciona definitivamente como el subterráneo más moderno del continente. Los andenes seguros y los trenes sin conductor ya son una realidad desde hace varios años. Al igual que San Pablo, en Chile los nuevos ramales son financiados por el Estado y no mediante la Participación Público Privada (PPP) que busca desarrollar la Argentina. 

La red de la capital chilena comenzó a operar en 1975 y ya alcanza las 118 estaciones, el doble que en Buenos Aires. El desarrollo no fue fácil. Hay que recordar que Santiago es una ciudad cruzada por las montañas y asolada por los terremotos. Eso no evitó que en poco más de 40 años excavaran y construyeran 118 kilómetros de vías. 

Obras en cámara lenta

Entre tanto entre nosotros, las cosas van lentas. En mayo Buenos Aires abrirá la estación Facultad de Derecho de la línea H, después de que se descartara culminarla en Retiro. El año próximo se inaugurarán las tres estaciones de la Línea E construidas durante el gobierno de Cristina Fernández por Nación y que llegará hasta Retiro y no hasta la Villa 31, como estaba previsto inicialmente.

Si bien se especuló con la posibilidad de que Buenos Aires construyera la Línea F para unir Plaza Italia con Barracas, el proyecto fue descartado. No hay nuevas líneas en análisis, al menos por ahora. La Ciudad apostó por el Metrobús, un sustituto imperfecto para el metro.
Por lo pronto en 2017 la Ciudad invirtió 215 millones de dólares en subtes y los proyectos más importantes contemplan solamente la extensión de las líneas existentes, pero ninguna nueva.

En esos poco más de 4 años la longitud de la red aumentó 6,5 kilómetros, muy lejos de los 10 kilómetros por año que prometió Mauricio Macri en la campaña electoral que lo consagró como jefe de gobierno. Para 2018 está previsto que el gobierno invierta 131 millones de dólares en los subtes, la cifra más baja de la última década.

Santiago Pujol


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