Comunales | 117 años

Aniversario de Discépolo

A poco de empezar el siglo XX nacía en Balvanera uno de los autores que marcaría a fuego la canción ciudadana de bUenos Aires. Enrique Santos Discépolo gestó una obra de fama mundial, al tiempo que tuvo una apasionada militancia política. Una cortada del barrio lleva su nombre.
Buenos Aires, 27 de marzo de 2018. Enrique Santos Discépolo nació en en el barrio porteño de Balvanera el 27 de marzo de 1901 y murió en el mismo barrio de un ataque al corazón, 50 años después, el 23 de diciembre de 1951. Fue un compositor, músico, dramaturgo y cineasta argentino, también conocido como Discepolín. Tuvo por hermano mayor a Armando Discépolo, un destacado director teatral y dramaturgo, que guió sus primeros pasos en el mundo artístico. 

Discépolo es recordado especialmente por componer varios de los llamados "tangos fundamentales" o "tangos de oro" entre los que destacan Yira, yira (1929), Cambalache (1934), Uno (1943), y Cafetín de Buenos Aires (1948), en los que cristalizó la vena lírica del escritor y que terminaron por brindarle un gran prestigio. Norberto Galasso, uno de los más reconocidos biógrafos de Discépolo, expresó que su vida "fue un permanente desgarrarse en una sociedad injusta [...] solo comprensible en el marco de la sufrida Argentina del siglo XX"

Tras fallecer sus padres, su hermano Armando Discépolo, 14 años mayor, se convirtió en su maestro y le descubrió la vocación por el teatro. Con él dio sus primeros pasos como actor en 1917. En 1918 escribió sus primeras obras de teatro: El señor cura, El hombre solo y Día feriado. En 1923 actuó en la obra Mateo, escrita por su hermano. Prosiguió escribiendo para el género teatral y al mismo tiempo, en 1925, compuso la música del tango Bizcochito y la letra y la música de Que vachaché.

En 1928 compuso el tango Esta noche me emborracho, popularizado por Azucena Maizani. Más tarde, entre 1928 y 1929, escribió Chorra, Malevaje, Soy un arlequín y Yira, yira, entre otros. Mientras tanto, continuaba actuando con éxito en los teatros de Montevideo y Buenos Aires.

Entre 1931 y 1934 escribió varias obras musicales, entre ellas, Wunderbar y Tres esperanzas. En 1935 viajó a Europa y a su regreso se vinculó al mundo del cine como actor, guionista y director. Simultáneamente escribió y compuso sus tangos más notables Cambalache (1934), Desencanto (1937), Alma de bandoneón (1935), Uno (con música de Mariano Mores, 1943) y Canción desesperada (1944).

A partir de 1943 en el marco de una campaña iniciada por el gobierno militar que obligó a suprimir el lenguaje lunfardo, como así también cualquier referencia a la embriaguez o expresiones que en forma arbitraria eran consideradas inmorales o negativas para el idioma o para el país incluyó al tango Uno dentro de los censurados para su difusión radiofónica.

Las restricciones continuaron al asumir el gobierno constitucional del general Perón y en 1949 directivos de Sadaic le solicitaron al administrador de Correos y Telecomunicaciones en una entrevista que se las anularan, pero sin resultado. Obtuvieron entonces una audiencia con Perón, que se realizó el 25 de marzo de 1949, y el Presidente –que afirmó que ignoraba la existencia de esas directivas– las dejó sin efecto y Uno, al igual que otros muchos tangos, pudo volver a la radio.

En 1947, después de una gira por México y Cuba, compuso Cafetín de Buenos Aires (1948). Durante los siguientes años continuó produciendo películas, obras teatrales y tangos, algunos de los cuales fueron estrenados después de su muerte.

Finalmente, el 13 de abril de 1951, estrena y protagoniza su última película como actor, dirigida por Manuel Romero, llamada El hincha. En la que queda inmortalizada su frase célebre en la que describe lo que es un hincha de fútbol.

De ideología peronista, dice Enrique Pichon-Rivière que las dudas que tenía Discépolo sobre el peronismo se incrementaron entre 1950 y 1951 y que "sufría un fuerte conflicto de ambivalencia frente al peronismo, que sentía en su aspecto popular pero rechazaba en algunas de sus acciones". Desde los estudios de la radio, identificó con el apodo de "Mordisquito" a los que consideraba "carneros" de la oligarquía o cipayos, combatiéndolos activamente. 

Su mujer Tania cuenta que Discépolo admitía la censura previa y habitualmente le entregaba al Secretario de Prensa y Difusión Raúl Alejandro Apold una copia del libreto que iba a leer el día siguiente para que se lo aprobara. Su participación en ese programa y la defensa del peronismo le trajo el odio de muchos, al punto de comprarle todas las entradas de sus espectáculos a fin de que cuando saliese a escena viera el teatro vacío. Estos hechos de gente a la que consideraba amiga lo llenó de profunda tristeza, lo cual sumado al cáncer que padecía precipitó su fallecimiento en 1951.

En 1917, debuta como actor, al lado de Roberto Casaux, un capocómico de la época, y un año más tarde firmó junto a un amigo la pieza Los duendes, maltratada por la crítica. Luego levantó la puntería con El señor cura (adaptación de un cuento de Guy de Maupassant), Día Feriado, El hombre solo, Páselo cabo y, sobre todo, El organito, feroz pintura social bosquejada junto a su hermano, al promediar los años de 1920. Como actor, Discépolo evolucionó de comparsa a nombre de reparto, y se recordó con entusiasmo su trabajo en Mustafá, entre muchos otros estrenos.

Cambalache

Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé,
en el quinientos seis y en el dos mil también; que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafáos, contentos y amargaos, valores y dublé. Pero que el siglo veinte es un despliegue de maldad insolente ya no hay quien lo niegue, vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseaos.

Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. ¡Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor! No hay aplazaos ni escalafón, los inmorales nos han igualao... Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, da lo mismo que si es cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón.

¡Pero que falta de respeto, qué atropello a la razón! ¡Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón! Mezclaos con Stavisky van don Bosco y la Mignon, don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín. Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida, y herida por un sable sin remache ves llorar la Biblia contra un calefón.

Siglo veinte, cambalache, problemático y febril, el que no llora no mama y el que no afana es un gil. ¡Dale nomás, dale que va, que allá en el horno nos vamo a encontrar! ¡No pienses más, sentate a un lao, que a nadie importa si naciste honrao! Es lo mismo el que labura noche y día como un buey que el que vive de los otros, que el que mata o el que cura o está fuera de la ley.

Enrique Santos Discépolo

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