Sociedad | 40 años de la Carta abierta de Walsh

La vigencia de un análisis

Al día siguiente de remitir las primeras copias de su Carta abierta de un escritor a la Junta Militar (1), Rodolfo Walsh, el gran escritor y periodista argentino, era secuestrado en la esquina de avenidas San Juan y Entre Ríos. Fue el 25 de marzo de 1977. Su Carta abierta sigue vigente como toda su obra y resulta imprescindible para entender lo ocurrido en este país. Buenos Aires, 4 de abril de 2017. Era el primer aniversario del golpe del 24. Walsh había culminado su mayor análisis político. Trabajó en él desde enero de ese año (2), como recordaba Lila Pastoriza, su mujer y compañera de los últimos años de su vida. En diez carillas sintetizó el horror del terrorismo de estado, denunciando con precisión todo lo que mucho tiempo después habrían de corroborar las investigaciones judiciales de esos crímenes de lesa humanidad y la agobiante política antipopular de Martínez de Hoz, que adelantó veinte años los lineamientos de lo que se llamaría el “Consenso de Washington”.

Decía Walsh, entre otras cosas, “Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S. Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete”.

Pero, antes que nada, situó con precisión las coordenadas del enfrentamiento que atravesaba el país. “El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su política represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones convocadas para nueve meses más tarde”. Para proseguir, “ilegítimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en los hechos recuperando el programa en que coincidieron en las elecciones de 1973 el ochenta por ciento de los argentinos y que sigue en pie como expresión objetiva de la voluntad del pueblo, único significado posible de ese ‘ser nacional’ que ustedes invocan tan a menudo. Invirtiendo ese camino han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de minorías derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivas, explotan al pueblo y disgregan la Nación. Una política semejante sólo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos, interviniendo los sindicatos, amordazando la prensa e implantando el terror más profundo que ha conocido la sociedad argentina”.

En un tiempo como el presente, en el que retornan con insistencia los argumentos negacionistas de la represión y se convoca conocer “toda la historia”, vale recordar que Walsh no vio la emergencia del mayor proceso terrorista como un episodio aislado, sino que lo juzgó como parte de una historia de odio y muerte iniciada con el derrocamiento del primer peronismo. Así lo afirmaba en su Carta el 24 de marzo de 1977, “...cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aun si mataran al último guerrillero no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas.”

Sin embargo, en el 55, un joven Walsh había mirado con simpatía el golpe militar que clausuró la vida democrática e impuso el destierro de Perón. En 1958, con 31 años, escribía: “No soy peronista, no lo he sido ni tengo intención de serlo... Puedo, sin remordimiento, repetir que he sido partidario del estallido de septiembre de 1955. No sólo por apremiantes motivos de afecto familiar -que los había-, sino que abrigué la certeza de que acababa de derrocarse un sistema que burlaba las libertades civiles, que fomentaba la obsecuencia por un lado y los desbordes por el otro. Y no tengo corta memoria: lo que entonces pensé, equivocado o no, sigo pensándolo… Lo que no comprendo bien es que se pretenda obligarnos a optar entre la barbarie peronista y la barbarie revolucionaria. Entre los asesinos del Dr. Ingalinella y los asesinos de Satanowsky”.

¿Cómo fue reformulándose su pensamiento? De escribir novelas policiales, ficciones que imaginaba, Walsh pasó a investigar crímenes reales y a escribir sobre ellos. Crímenes políticos que lo aproximaron al periodismo político y luego a la militancia. Su obra fue modelando al autor.

En junio de 1956 se produjo un levantamiento militar contra el gobierno de facto que había derrocado a Juan Domingo Perón en septiembre de 1955. El levantamiento fue reprimido y durante la madrugada entre el 9 y el 10 de junio, nueve civiles fueron detenidos y fusilados en un basural de José León Suárez. Walsh presenció el levantamiento y los combates callejeros en La Plata, donde residía. Meses después, en un bar que frecuentaba, un hombre se le acercó y le dio la primicia que cambiaría su vida: “Hay un fusilado que vive”.

Walsh logró identificar al sobreviviente como Juan Carlos Livraga, al que entrevistó, y por quien pudo saber que había otros sobrevivientes. Los meses siguientes fueron de un febril trabajo de persecución y búsqueda, interrogando a conocidos, vecinos y sobrevivientes. Walsh alquiló una casa en el Delta de Tigre bajo un nombre falso, y en unos meses escribió la primera versión de lo que luego sería Operación Masacre. El prólogo de la primera edición en libro evidencia las intenciones de Walsh de no dar por terminada la investigación una vez publicada.

En El caso Satanowsky (1958), Walsh dirige su denuncia contra los más altos responsables de la llamada Revolución Libertadora. Si antes se centró en los fusilamientos de Suárez, ahora trata de los casos de corrupción, extorsión y asesinato vinculados a la lucha por el poder y la propiedad del diario La Razón de Buenos Aires. Como en un buen relato policial, hay un cadáver, encubridores, cómplices, pistas falsas y la consiguiente investigación. Pero, a diferencia de la ficción del género policial, todo lo que se relata en el libro de Walsh está documentado, es verídico. Así, peldaño a peldaño, en el gran escritor maduró un periodista igual de grande y un militante político como hubo pocos.


Norberto Alonso

(1)https://www.educ.ar/recursos/129063/carta-abierta-de-rodolfo-walsh-a-la-junta-militar

(2)http://www.espaciomemoria.ar/noticia.php?not_ID=241&barra=noticias&titulo=noticia

Compartir nota en las redes sociales Enviar Imprimir

Dejanos tu comentario