Comunales | Año nuevo en la Comuna

Las fiestas del crisol de razas

En Balvanera y San Cristóbal conviven comunidades con distintos credos. Musulmanes, cristianos y judíos de diferentes orígenes conviven con vecinos llegados hace poco de China, África o Corea. Fin de año los une para evocar sus raíces y tradiciones. Buenos Aires, 4 de enero de 2016. Las copas en alto. La cuenta regresiva. La noche, el calor que agobia, la comida aún tibia. Un segundo más y la hora se viste de cuatro ceros: llegó la primera medianoche del año. Los choques de copas se confunden al oído con las explosiones lejanas de petardos y juegos de luces. Hay buenos deseos, un chin-chin a los ojos, ideas en el aire, un buen humor al que se le da licencia sólo en esta época del año.

A grandes rasgos, este es el libreto del año nuevo tipo. En la Comuna 3, como una caja de resonancia, las más tradicionales de Nochevieja conviven con las costumbres que traen nuevos y antiguos vecinos de distintos puntos del globo. Se trata del crisol de razas en plan de darle buen recibimiento al año venidero.
En primer lugar, debido a su gran e histórica presencia en la zona, la comunidad judía destaca por celebrar el Janucá o Fiesta de las Luces. El festejo, que tiene eje en el hogar, que llega alrededor del 22 de diciembre cuando ocurre el solsticio en el hemisferio norte y alude al adiós al invierno, abarca ocho días y sirve para recordar la victoria en el segundo siglo antes de Cristo sobre el ejército helénico y la consecuente recuperación de la independencia judía. Esta batalla determinó a su vez la purificación del Segundo Templo de Jerusalén. El concepto de luz se debe a un aclamado milagro que se transmite de generación en generación: cuentan que el candelabro del Templo mantuvo viva las llamas por ocho días con aceite que rendía para apenas veinticuatro horas.

En recuerdo de este acontecimiento y muestra de fe es que los judíos prenden, de a uno en vez, un candelabro de nueve brazos llamado Januquiá (cuenta con un brazo «piloto»). Según los rabinos, las luminarias hay que ponerlas fuera de la puerta del hogar, en el lado opuesto al de la Mezuzá (pergaminos con fragmentos de la Torá), o en la ventana más cercana a la calle.

De hecho, en los libros sagrados hay referencias claras al festejo: “Durante ocho días celebraron la dedicación del altar... Entonces Judas y sus hermanos y toda la asamblea de Israel, decidieron que la consagración del nuevo altar se debía celebrar cada año con gozo y alegría durante ocho días, a partir del día veinticinco del mes de kislev” (I Macabeos 4:56-59). “Lo celebraron con alegría durante ocho días, a la manera de la fiesta de los Tabernáculos... toda la asamblea aprobó y publicó un decreto en el que se ordenaba que todo el pueblo judío celebrara cada año estos días de fiesta” (II Macabeos 10:6-8).

Otra comunidad que ha crecido en los últimos años es la senegalesa. Buena parte está integrada por varones de entre veinte y cuarenta años que se dedican a la venta ambulante en la zona comercial del Once. Suelen vivir en pensiones del barrio y pasar los fines de semana en comunidad. Muchos conservan los viejos ritos de su tierra e incluso se los puede ver vestidos con las túnicas típicas del África.

En cuanto a sus costumbres de fin de año, muchos han acoplado su temple al ritmo porteño de hacer cenas familieras para despedir el 31 de diciembre. De hecho, al vivir en pensiones de las calles linderas a la zona comercial de Once, en la madrugada de navidad y la de año nuevo se los podía ver de a grupos en plena charla y brindis, a la par de tantos otros vecinos y amanecidos que buscaban bares de puertas abiertas para extender los festejos hasta entrado el sol al firmamento.

Aún así, como en Senegal la mayoría de los habitantes practican la religión islámica, cuenta con su propio calendario. Por eso, para ellos el 20 de enero (aproximado, según calendario lunar) se evoca el Am Hejir Eid-ul-Adha o Año Nuevo en la religión musulmana. La fecha se complementa con los acontecimientos del día 29: el Ashura o Muharrum, Dr. Babu Jagjivan Ram, en el idioma local, es una conmemoración religiosa musulmana que tiene lugar el día 10 de Muharraq, según el calendario islámico. En 101 Viajes explican que por el desplazamiento lunar puede este festejo extenderse por dos días. Es un momento sentido porque se evoca el genocidio de uno de los nietos y legítimo sucesor del profeta Mohammed, Imám Hussein y su familia.

La gastronomía de la colectividad peruana ha reformulado la dinámica de la Comuna e incluso la ha dotado de un Corredor frente al ex Mercado Proveedor, sobre la calle Agüero y alrededores. Vecinos de vieja data y nuevos concurrentes dan un movimiento social que también se ve plasmado en la forma de celebrar el cambio de año.

Semanas previas al 31, se podían ver carteles pegados en los frentes de los restaurantes peruanos. Invitaban a los vecinos a hacer su cena familiar con platos típicos y buena música. Si bien año nuevo es una fiesta en la que los bares y comercios aprovechan para estar de puertas abiertas, buena parte del movimiento en Abasto y alrededores se vivió en torno al mencionado Corredor gastronómico.

Tanto la comunidad peruana como la boliviana para despedir el año también organizaron bailes tradicionales. Los han hecho tanto en encuentros familiares como en instituciones regionales, la filial argentina del histórico Club Libertad de Trujillo entre ellas.

Ambas comunidades además comparten la celebración del Cápac Raymi, es la fiesta religiosa prehispánica en honor al Sol que se hace en diciembre. “Feliz nacimiento del Dios Sol”, se suele saludar. En tiempos precolombinos había sacrificios de animales, se bebía chicha y mascaba coca. En el presente se retoman los saludos al Dios con ritos comunitarios.

Otra seña de la zona es que pasada la madrugada se podían ver sobre las veredas de Balvanera y San Cristóbal varias mesas familiares armadas. Los vecinos optaron por recibir el 2017 en plena calle, en un gesto de la vieja guardia para los tiempos que vendrán.

Juan Castro

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